¿CUAL ES SU ORIGEN, COMO ES SU ROSTRO, DONDE ESTA EL OUTSIDER?
JESUS JIMENEZ LABAN
En realidad nadie ve con claridad quién puede ser el próximo presidente de la República. Lo que sí existe son aproximaciones acerca de una eventual conformación de las bancadas después de las elecciones del próximo año, pero nada definitivo. De manera que saber con seguridad cómo es el rostro del próximo Jefe de Estado, es harto difícil, sobre todo por la previsible gran cantidad de candidaturas en camino de ser registradas por las autoridades electorales.
Lo que quiero decir es que cuando hay muchos candidatos, como se ve para la consulta presidencial, se produce lo que se llama dispersión del voto. A más división del país –catarata de candidaturas-, tanto mejor para aquellos que quieren pescar a río revuelto.
Como acaba de pasar con las elecciones de medio término (a mitad del periodo presidencial) en Estados Unidos, el electorado se divide en varias fuerzas y luego se reagrupa para hacer carga montón al más fuerte. Ahora bien, como consecuencia del desgaste natural del poder, es previsible para muchos que el partido de gobierno tenga un bajón en la aprobación ciudadana y eso se refleje en su futura bancada. Pero, por qué no esperar que el mandatario se retire con alta popularidad tal como pasó con Alvaro Uribe, Michelle Bachelet o Luis Ignacio Lula Da Silva, se preguntan otros.
En cambio, se ve con más claridad y posibilidad en el imaginario popular que las alianzas entre derechas tengan una bancada mayoritaria y que las izquierdas tengan la suya, tal vez un balance del poder.
En este tema no hay nada claro. Lo que sí parece claro es que el mandato del elector, que desde hace mucho no acostumbra dar cheque en blanco al gobernante electo, es no dar con su voto una victoria holgada para que el nuevo Presidente haga un gobierno de diálogo y concertación con sus opositores, sean los de las trincheras conservadores o de los reformadores radicales.
Lo cierto es que la economía se ha apoderado de la política como no podría ser de otro modo. Lo ideal sería que economía y política caminen por cuerdas separadas, pero esto no es tan fácil. La estabilidad económica del Perú –quiérase o no- depende del programa de gobierno que presente el candidato presidencial ganador de estas elecciones generales.
Me resisto a hablar de derecha e izquierda, términos desde hace mucho tiempo anacrónicos, pero me permito la licencia en busca de un mejor entendimiento del lector.
Aunque se quiere negar en muchos sentidos, un plan de izquierda asusta a muchos empresarios e inversionistas–incluyendo excepciones como las de Chile y Brasil-, trauma que no ha sido superado en Perú –salvo mejor parecer- porque a la izquierda se le asocia a las posiciones extremas.
Quizás la derecha no haga derroche de simpatía con las grandes mayorías, pero hombres de negocios –de aquí y de afuera- aplauden su modelo y hasta se muestran ahora inclinados a maquillarlo, insuflarle más vida, o reciclarlo para que los fundamentos económicos del país se consoliden y porque les garantiza contundentemente que no habrá sobresaltos, por lo menos en un período presidencial.
Entonces, entre otros puntos, la economía puede ser la columna vertebral de la campaña si no lo ha empezado a ser ya. Por eso, no extrañaría que existan varias listas presidenciales –de corte conservador- para dispersar el voto y luego reconcentrarlo cuando sea necesario. En la misma medida, más aun en democracia, no tendría por qué la izquierda dejar de trazar su estrategia para recomponerse y proyectarse al país como una alternativa creíble y menos confrontacional con su modelo. Pero las cosas tienden a polarizarse, uno le mira la vena yugular al otro y eso debe evitarse para tener una campaña democrática con altura y sin violencia.
Siendo el Perú un país tradicionalmente de centro, es un hecho que se inquieta por los extremos. Por ello, hemos visto a Ollanta Humala en intentos de dulcificar su presencia en Wall Street –aunque después lo niegue- o a Susana Villarán en coqueteos con Hernando Guerra –precandidato presidencial- que no parece ser de izquierda por el solo hecho de tener familiares cercanos a ella. Y el partido de la estrella –consciente de ese fenómeno- ha visto con frio cálculo totalmente estratégico lanzar a una candidata presidencial extra partidaria, como la economista Mercedes Araoz, muchos creen que es para que el partido de los astros asegure escaños en el Congreso, pero habrá que ver. No tan lejos de la derecha está Keiko Fujimori que, en cierto modo, es la heredera de las reformas económicas que instauró su padre a lo largo de los años 90.
De la ubicación ideológica de las izquierdas se entiende que se disputan el mismo espacio Humala y Villarán, pero lo que no se asimila bien es la ubicación de Luis Castañeda Lossio, que afila cuchillos para enfrentar la fiscalización por la Alcadesa o de Alejandro Toledo, que prefiere usar luces de bengala para distraer la atención y no entrar de lleno a los temas de fondo en la campaña presidencial, quizás porque en política no se de lo que pasa en la guerra, “el que da primero da dos veces”-
Todos los demás candidatos, son una especie pigmeos políticos o que se han convertido en vientre de alquiler político o buscan abrigo en agrupaciones grandes para seguir existiendo. Claro, hay excepciones honrosas que hay que respetar, pero son huérfanos de apoyo popular. Es, eso sí, gente técnicamente muy capaz.
Está visto que la campaña presidencial será mucho marketing, de denuncias y escándalos y al mismo tiempo de sorpresas porque el “outsider” existe y existirá en la medida que las propuestas de uno y otro extremo se desgasten innecesariamente y acaben con la emoción popular de los electores. Entonces, decepcionados y excluidos de un futuro próspero con sus líderes ideales, el lazo de afecto natural puede nacer por un candidato popular, transparente y preparado que, quizás, se parapeta detrás de la clase media –que se ha ensanchado en los últimos años- con un pensamiento de centro y un mensaje popular sin asustar las inversiones ni crear división ni enfrentamientos en las dirigencias populares.
Acuérdense de los antecedentes históricos y por qué circunstancias surgieron de la nada. Si no, recordemos los tres casos emblemáticos –porque no hay más- que son Alfonso Barrantes Lingán, Ricardo Belmont y Alberto Fujimori, cuyas consecuencias para bien o para mal son visibles.
Sea como fuere, es saludable que se fortalezcan los partidos políticos y que se alejen para siempre las intentonas totalitarias. Los partidos políticos son y serán la columna vertebral de la democracia.