sábado, 28 de agosto de 2010

Sin riesgo país


LA SEGURIDAD DE LAS INVERSIONES

JESUS JIMENEZ LABAN

De las últimas conferencias, una de las más relevantes fue la de Michael Porter, autor de la Competitividad de las Naciones, que hace poco visitó Lima. Hablaba el académico sobre la importancia de desarrollar centros de innovación, de generar patentes, mejorar la infraestructura, la educación, la salud y de la necesidad país de dejar de ser primario para convertirse en un país con valor agregado. Nada ello sería posible sin seguridad.

La seguridad es lo que ven y exigen los inversionistas antes de poner sus capitales en un país. Y es que las inversiones van donde estén mejor protegidas sin riesgo país. Y esta protección debe mantenerlas alejadas de cualquier ataque contra la integridad física de las personas, la propiedad de los campamentos mineros, petroleros y de otra índole y la libertad de gerentes y empleados para trabajar sin sobresaltos.

Cuando hablo de inversiones no me refiero de manera exclusiva a las extranjeras. Estoy del lado –como todo peruano con pensamiento inclusivo- de un tratamiento legal igualitario, equitativo y justo tanto para inversionistas locales como inversionistas extranjeros que merecen que el Estado cree condiciones de libertad, de pluralismo económico, protección contractual y seguridad a la propiedad para operar sus negocios en el ejercicio de sus libertades de empresa, comercio e industria sin ninguna restricción, salvo las que imponga la Constitución y las leyes.

Seguridad ciudadana


CUANDO MANDAN LAS LEYES Y NO LOS HOMBRES

JESUS JIMENEZ LABAN

Decíamos que un elemento esencial de la democracia es, pues, la garantía de la seguridad de la Nación. Y que si los delitos quedan impunes, los delincuentes seguirán operando a sus anchas en la creencia que no existen mecanismos de autodefensa en protección del ciudadano. Recordábamos el vacío legal que existe en la norma, especialmente el referido a la Concurrencia Real que en la práctica se convierte en impunidad legal y destacábamos la importancia de rescatar la institucionalidad policial como insignia de combate contra el crimen.

La solución en gran parte tiene que ver con un liderazgo que no hable de las medidas a tomar sino de una estrategia que apele a la emoción y lo único que vale para esto son resultados concretos –la disminución de la ola criminal- y no los discursos. El líder no es el que se pone al frente, ni el que impone ni el que grita. Es el que arrastra a otros a que lo sigan no a él sino la visión y la misión de la institución.

La seguridad de la nación no es tener solamente en cuenta criterios castrenses. Tiene que ver, fundamentalmente, con aspectos políticos, económicos y sociales. Vale recordar que el orden público es el respeto de las leyes en una sociedad. En un estado de derecho no mandan los hombres, mandan las leyes. Son los hombres –quienes investidos de autoridad- las hacen cumplir a través de la coercibilidad de las Fuerzas Armadas, elemento natural del derecho. Subvertir el orden público es crear condiciones para el desorden y la anarquía.

Pero, como todo en la vida, alcanzar las metas y objetivos supone estrategias y tácticas. Quisiera creer que todo lo que aparece en los medios es simplemente por estrategia porque da la impresión que con los anuncios de seguridad se podría estar alertando a los delincuentes en lugar de caerles de sorpresa. Quisiera pensar que sólo están hablando de la estrategia y se reservan la táctica por razones de seguridad del Estado que somos todos.

Los genios han hablado de varios temas de cuidado que deben ser revisados y que van desde cadena de mando, abandono de seguridad de autoridades para resguardar calles, el presupuesto, patrullajes, perdida de gasolina en grifos, sueldos, días de franco, pasando por salida de especialistas a las calles, incorporación de empresa privadas de seguridad, apoyo del ejército hasta incomunicación entre unidades de Lima y provincias.

De todos ellos, salvo mejor parecer, preocupan el de incomunicación de la policía entre Lima y provincias, al igual que entre unidades, según dio cuenta hace unos días un programa de televisión. Vistas así las cosas, podrían ser -un penalista, un ingeniero, un desarrollador de software o abogado en derecho informático-, los arquitectos de la solución tecnológica contra la extorsión desde los cárceles, el secuestro de personas, asaltos a mano armada, marcas en cajeros y bancos.

Como se sabe, existen tecnologías modernas que pueden usarse en la lucha contra el crimen tales como el GPS para identificar a las víctimas, hacer seguimiento y captura de los malhechores o prevenir delitos. También es prioritaria la electronización de servicios de policía via desarrollo de software de soluciones previa capacitación de personal, apurar el registro de celulares en las telefónicas (hay miles de teléfonos robados) y como medida extrema los injertos de chips en los tejidos de las personas para evitar secuestros…etc.

Creo que el Congreso ha avanzado por su parte en esta lucha contra el crimen. Baste citar la eliminación de beneficios penitenciarios para la reincidencia en delitos agravados, detención policial sin mandato judicial (ampliación de plazos en flagrancia), la prohibición del kerosene, y está en camino una ley para combatir el delito de receptación (compra de artículos robados), algo que priva de insumos al narcotráfico, dificulta la salida de presos de los penales, evita las fugas y criminaliza acudir a los mercados negros. También se estudia la eliminación de la figura de la confesión sincera que actualmente beneficia a delincuentes –en caso de robo a mano armada, secuestro etc.- con rebaja de pena al mínimo legal. Parece que falta legislar el auxilio de las Fuerzas Armadas a la acción policial puesto que hasta el momento están facultadas a intervenir en caso de guerra exterior, en seguridad interna de un estado de emergencia y por decreto en el caso del VRAE.

Sea cual fuere la situación, lo que parece venir es hacer las cosas en menos tiempo, multiplicar el efecto productivo de los policías, calidad de servicio en el estándar internacional y ahorro de gasto público.

Si queremos acabar con la impunidad


LA CONCURRENCIA REAL, GRAN RETO PARA EL LEGISLADOR

JESUS JIMENEZ LABAN

La misión primordial de la Policía Nacional es proteger el orden interno –garantía del patrimonio público y privado- y de las Fuerzas Armadas que complementariamente, -en casos de estado de emergencia, toque de queda o estado de sitio-, velan por el orden interno sin descuidar la defensa exterior, vale decir, garantizar la independencia, la soberanía y la integridad de la República. Un elemento esencial de la democracia es, pues, la garantía de la seguridad de la Nación.

Si los delincuentes matan niños, privan de la vida a un sacerdote no respetan la integridad de las mujeres, entonces para estos sujetos la vida no vale nada. Si la impunidad se apodera de esta situación de inseguridad, entonces seguirán a sus anchas perpetrando asaltos, robos, secuestros extorsiones con ciudadanos indefensos y que debe ser protegidos por el Estado que se ha inventado precisamente para eso, garantizar la libertad, la vida, la propiedad y la seguridad de todos, sin excepción.

Si esta gente sabe que puede matar a cinco y pagar por uno, difícilmente una iniciativa ciudadana en búsqueda de seguridad podrá controlar el crimen, lo cual plantea un reto urgente al legislador que es, en esencia, hundir el bisturí en corazón del asunto, la concurrencia real en un sistema penal que se determina dentro de una onda de Acusatorio-Garantista frente al acusatorio-represivo anterior.

No hay peor cosa dentro del tejido jurídico de un país que convivir con un tumor cancerígeno –como la concurrencia real del delito- porque eso es, en la práctica, impunidad legal, al parecer sin reparo por parte de legisladores y los tratadistas, siguiendo a Andrés Ponce Fonseca en su obra Derecho Fundamental. “Parece que se estaría gritando a la gente de mal vivir, a los delincuentes, que cometan toda clase de delitos que al final, se les castigará solo por UNO, y por el más grave”, comenta. ¿Y si todos son graves? ¿Cómo queda el efecto tutelar de la ley en las víctimas?

Los hogares, los hospitales, las calles, los templos, las escuelas y demás están teñidas de sangre por la operación criminal de bandas organizadas dejando un trágico saldo entre niños, madres, mujeres, personas de la tercera edad. Lo que tiene que hacerse aquí es dejar de criticar, de hacer cálculos electorales y de ganar protagonismo en esta lucha por la vida y contra el crimen.

Serían malditos aquellos que con el tema de la seguridad se aprovechan para hacer política, aumentar caudal electoral, subir en las encuestas o hacer vedetismo político, teniendo de por medio la vida de muchísimos ciudadanos que atraviesan la tristísima realidad de la delincuencia común y el crimen organizado.

Cualquier gerencia moderna que se ponga a prueba en una cruzada por la vida, la libertad, la propiedad y la seguridad, descansa en el liderazgo, en los valores y en la motivación. Por desgracia, han ocurrido hechos en los cuales malos policías han empañado el prestigio de su institución, pero ésta institución debe quedar intacta y ubicarse por encima de la circunstancia. No podemos ir contra la policía como institución porque eso es dispararnos a los pies, hacerle el juego a los delincuentes que quiere desorden, desunión y zozobra.

Creo que no necesario decirlo, pero vale recordar esto a los líderes de opinión, los medios y a los oficialistas, opositores políticos. Sin embargo, esta desesperante situación –como los pasajeros que voltean la mirada al capitán en un buque al borde del naufragio- los buenos policías tienen ahora una oportunidad dorada para poner el pecho por el ciudadano que con voz llena de piedad les implora: protégeme.

Sí, por qué no, es tiempo de desempolvar los valores como aquello que se olvidó en el tiempo: el honor es tu divisa. Ese es el valor supremo que debe animar a un policía. Es como el periodista –que se olvida de horarios, sueldos y a veces se priva de hora en familia- porque lo domina la mística de llegar a la verdad, cueste lo que cueste- . En el policía es el orden interno y la disciplina para no ceder en la lucha contra el crimen, de manera que fuente de motivación existe y esto debe cultivarse aún más.

viernes, 27 de agosto de 2010

¡SI SE PUEDE...!


PERUANOS EN EL EXTERIOR…,

¡SI SI PUEDE!

JESUS JIMENEZ LABAN

La mayor tragedia en tiempos de paz y tiempos de guerra ha sido tener un Perú dividido, peruano contra peruano. Sin embargo, esos tiempos han quedado superados porque la unión por el Perú no es una etiqueta partidaria sino un sentimiento nacional porque eso nos hace grandes, fuertes y vibrantes. Siendo la unidad de todos los peruanos el mensaje urgente del momento, no tiene por qué haber diferencias entre peruanos que viven en el Perú y connacionales que residen en el extranjero.

Vale recordar para la conciencia ciudadana que hay una enorme legión de peruanos electores que viven en el exterior con un tremendo potencial para generar oportunidades de empleo, comercio, desarrollo profesional, autoempleo. Salvando las distancias, nos encontramos en la misma circunstancia política de los años 50 y 70 cuando se otorgó el voto a las mujeres y poco después a los analfabetos. ¿Por qué la misma circunstancia? Porque tanto ayer como ahora el sistema político no asimila la importancia de este segmento electoral que bordea los 3 millones de electores –sumando inmigrantes afuera y miembros de la familia-, es decir, de manera increíble los inmigrantes son considerados –aunque lo prohíbe la Constitución Política del Perú- ciudadanos de segunda clase por el mismo hecho de haber sido olvidados, desprotegidos y excluidos de la tutela jurídica del Estado.

Quienes contemplan este panorama piensan –como muchos de nosotros- esto no puede seguir así. Pero ¿por qué ocurre todo esto? Porque no existe un puente entre los proyectos de peruanos en el exterior y los programas económicos y políticos en el interior del Perú, sencillamente porque no se ha legislado una plataforma jurídica que promueva e incentive al inmigrante en el extranjero, una actividad productiva que le permita ensanchar sus horizontes profesionales y laborales en el extranjero y al mismo tiempo tener oportunidad de acción en su propio país aumentando la prosperidad y bienestar de sus seres queridos y demás ciudadanos.

Así de simple, pero varias generaciones de legisladores y políticos han sido sordos y mudos testigos de esta asimetría…y -lo que es peor- han guardado silencio, salvo cuando han ido en busca de votos para reelegirse o eternizarse en el poder.

Creo yo que no sería una mala idea que el futuro Congreso de la República se dé el nacimiento de una nueva bancada en representación y defensa de estas personas como lo hacen ahora congresistas que sacan la cara por la amazonia, por el Peru profundo y por las causas nobles. Vale recordar que tal como está planteada la cosa ahora, un movimiento espontáneo y alejado de todo partidarismo -que apunte a tener representación importante en las curules del Congreso de la Republica- puede –por la trascendencia de la propuesta- tener incidencia en ministerios claves tales como Economía, Producción, Comercio Exterior, Relaciones Exteriores, Cultura, Agricultura y puede ser casi medio gabinete que directa o indirectamente tienen que ver con los inmigrantes peruanos en diferentes plazas del mundo.

Es una enorme caudal de peruanos que viven las angustias y las privaciones que imponen los retos de vivir en un país extranjero. Su potencial es enorme si logramos armonizar las fuerzas económicas y políticas en un proyecto nacional que contemple su viabilidad, a partir del emprendedorismo, de la pequeña empresa, las oportunidades que nos da los tratados de libre comercio, el autoempleo, como lo preconiza el Banco Mundial y el imperio de los microcréditos. Experiencia, know how, conocimiento y capital hay y los peruanos unidos podemos decir ¡sí se puede!

Una propuesta política al fragor de las elecciones generales que se avecinan bien puede constituir una solución alternativa al sueño largamente postergado de millones de peruanos en el exterior con sólo estimular mecanismos, movimiento de conciencias y de personas en la defensa de sus derechos constitucionales a ser tratados y no olvidados en un mismo pie de igualdad respecto de sus connacionales que aun no han salido de las fronteras.

Sea cual fuere el enfoque político, el emparrillado jurídico y el posicionamiento mediático de otros agrupaciones, partidos y movimientos, no pueden oponerse a esta causa justa. Quienes crean en ella estarán cada vez más cerca de estas coordenadas con las que debemos palpitar todos juntos porque todos somos peruanos.

TODOS VUELVEN


CUANDO TODOS VUELVEN

JESUS JIMENEZ LABAN

Nuestros compatriotas que viven en el exterior dan fe de que cuanto más lejos estemos de nuestro país, más nos acercamos y más lo amamos. Basadre decía que el peruano siente al Perú con más intensidad a medida que se aleja más de sus cielos, sus cumbres, su Amazonía y de sus desiertos bañado por una inmensa faja costera. Cuando un peruano sale al extranjero lo hace por negocios, turismo, estudios, pero en su gran mayoría porque no encuentra empleo que lo valore, oportunidades para él y su familia, seguridad con garantía de futuro… Pero un ciudadano que abandona el país nunca se desprende de su Perú en el sentido más excelso y más profundo de la expresión. Lamentablemente, ocurre una cosa terrible cuando un inmigrante empieza a darse cuenta que no existe Estado fuera de las fronteras y empieza –tal vez- a sentir que nadie lo quiere, nadie lo defiende, nadie lo escucha.

Este es el destino de tres millones de personas –directa o indirectamente conectadas a esta tristísima realidad. Y la cosa se vuelve más dolorosa aun cuando son jóvenes los protagonistas del sufrimiento de no tener oportunidades de trabajo, invertir parte de su vida en una profesión y terminar en una situación de frustración y desconcierto. Es el sueño de miles de miles de peruanos en el extranjero que el Estado vuelva sus ojos a ellos porque son tan peruanos como los que se quedan en el país.

No nos engañemos si alguien nos cuenta que el Estado es como una gran madre que abraza a todos sus hijos porque ese cordón umbilical no se extiende afuera. Por eso vemos en situaciones difíciles a inmigrantes peruanos que son violentados en sus derechos constitucionales y no reciben la ayuda apropiada ni oportuna. Es una madre incompleta sólo para los que logran quedarse en casa, pero inexistente para quienes están lejos de su regazo. A más distancia, más llanto por querer volver a la entrañas del Perú y a más tiempo se les hace a todos un nudo en la garganta cuando llega la hora de volver.

Los peruanos están distribuidos en diferentes lugares del planeta desde Estados Unidos, los países de la Unión Europea, el sudeste asiático, Africa y las Américas en su conjunto. El brazo protector de cualquier política económica y social no alcanzan a todos y esto se nota con certeza en las misiones diplomáticas, algunas de las cuales no existen simplemente para sacar la cara por un connacional que está en problemas o quiere apoyo. Por último, no tienen idea de cuántos inmigrantes indocumentados existen o cuántos en prisión o a punto de ser deportados. No por culpa de los diplomáticos –que se esfuerzan probadamente- sino por falta de presupuesto y recursos logísticos, sencillamente por en el presupuesto público que se aprueba en el Congreso no son punto de interés los peruanos que viven en el exterior.

Sin embargo, sin tener en cuenta el sufrimiento, la dejadez y el olvido que sufren estos peruanos, sólo cuando hay elecciones generales se acuerdan de ellos para captar su voto, lo cual es un salto al vacío porque una vez concluidos los procesos electorales muchos encumbrados han dado las espaldas a estos esperanzados votantes en el exterior.

La vida es muy dura en el extranjero. A no ser que uno lo vida en carne propia, nadie podría imaginarse lo que significa vivir en el extranjero. Si no hay contactos ni recursos –como es el caso de las grandes mayorías que echan raíces en suelo extranjero- el peruano se levanta desde abajo, escala posiciones por su trabajo, sus agallas y su creatividad, pero cada vez que puede y siente, llora por el Perú aun en tiempo de triunfo, bonanza y realeza. Este el caso de muchos peruanos –que han sido ninguneados en su propio país- y triunfan en un país lejano.

Ahora bien, no es malo construir un futuro en el extranjero. Lo que no está bien es el divorcio entre los de afuera y los de adentro. Mucha gente que ha salido del país –bajo las circunstancias arriba descritas-, quiere volver con su capital y su know how y hacer empresa y encuentra como respuesta una pared, vale decir, no es asimilada por la economía en crecimiento cuando debiera el Estado estructurar programas de incentivos, aliento y desarrollo a los inmigrantes, los mismos que son extensión de la prosperidad a las familias que dejaron y oportunidades de empleo a más peruanos.

En efecto, es el caso de un joven empresario que fue reclutado por una multinacional y quiere extender su éxito al Perú, es decir, aplicar su experiencia en una empresa peruana sin desprenderse de la que vive en el exterior. Esto es como si una persona emprendedora triunfara en el extranjero y recibiera las espaldas de su propia gente que no gusta que “le hagan sombra” o simplemente por envidia o mezquindad. Eso no puede ser, tiene que cambiar.

La agenda histórica es restablecer la unidad entre peruanos de las mismas sangres, entre los de afuera y los adentro, entre los padres y los hijos, entre los ascendientes que abren trocha y los descendientes que se abren camino sobre lo ya avanzado, entre los que se van y los que quedan, entre los que empiezan a hacer realidad sus sueños afuera y todos los que vuelven…

CUANDO EL PERÚ...


CUANDO EL PERÚ VIENE A TI

JESÚS JIMÉNEZ LABÁN

Cuando asistimos a un clásico entre Universitario de Deportes y Alianza Lima, unos nos ponemos la camiseta crema, otros la blanquiazul. En cambio, cuando se trata del Perú, son los colores blanco y rojo los que lucimos todos con orgullo en una misma camiseta. Así es o debe ser el Perú: un núcleo macizo de unión y de hermandad, por lo menos eso es lo que queremos y buscamos -sin nacionalismos mal entendidos- para nuestro País

Esa unión –predominio inca junto con un crisol de razas- es lo que nos hace fuertes. La identidad peruana pasa por conocer las raíces y todas las sangres que fluyen por nuestras venas. Por eso, con orgullo y emoción, podemos decir todos somos parte del Perú y el mundo es parte del Perú. Unidos hacemos la fuerza para recordar nuestra historia, valorizar lo nuestro y crear espacios de progreso y prosperidad para las nuevas generaciones.

La identidad es aquello que habla al alma sobre quiénes somos, de dónde venimos y cuál es nuestra misión. Es muy difícil explicar, por ejemplo, esa alegría que nos rodea a todos con ese ¡rompe! que emerge del corazón de un chinchano cuando escuchamos la rítmica y contagiante música de un landó de nuestro folklore negro. Nada más hermoso que escuchar y bailar un huayno chispeante, un vals alegrón y una sabrosa marinera, para no hablar del recordado dúo Zambo Cavero-Oscar Avilés y su tema “Contigo Perú”, que hace llorar a muchos de emoción en celebraciones en muchas parte del mundo.

No sólo la ciudadela de Machu Picchu, la música folklórica, criolla, vernacular y afroperuana, expresan la fuerza del Perú. Los buque insignia de la peruanidad son también las deliciosas expresiones de nuestra cocina: el pisco sour, el ceviche, el picante de cuy, el arroz con pato, el ají de gallina, los juanes, por citar sólo algunas. Además de nuestra arqueología y gastronomía –qué duda cabe- Kina Malpartida, Campeona Mundial de boxeo –categoría superpluma-, se ha convertido en ejemplo del peruano que saca la cara por su país.

Con sorpresa nos mira la comunidad internacional cuando algún peruano empuña su bandera y la hace flamear desde las butacas de un teatro para aclamar a su compatriota, el tenor Diego Flores, o cuando comunidades enteras desfilan por el mundo ondeando nuestra enseña patria o cubriéndose con la bicolor para mostrar al mundo una victoria del Perú.

Alrededor del Perú, como un sentimiento profundo, podemos alcanzar el sueño de la unidad. ¿Acaso no es cierto que ello ocurre cuando suben al escenario Eva Ayllón, Edith Bar, Gianmarco, Pedro Suárez Vertiz o alguna afamada personalidad del teatro, cine o de la cultura peruana? Nuestros compatriotas que viven en el exterior dan fe de que cuanto más lejos estemos de nuestro país, más nos acercamos y más lo amamos. Por eso, en estas y en otras fiestas pronuncian –como muchos en Perú- un resonante y peruanazo ¡Viva el Perú, carajo!

Sin ir muy lejos, este sentimiento de unión se manifiesta frecuentemente con la religión a través de la venerada imagen de El Señor de los Milagros, alrededor de la cual se congregan a todos los peruanos sin distinción de razas, credos u opiniones. La fe unida al sentimiento del Perú también se hace patente con las misiones de médicos que silenciosamente aportan su ciencia en las regiones más abandonadas –Huancavelica, Cerro de Pasco, Ayacucho, Puno; o con actividades filantrópicas, a través, por ejemplo, de la Asociación Niño Jesus de Praga, que promueven peruanos en el exterior para salvar a los niños huérfanos y hacer caritas felices. Es la articulación de la solidaridad de gente que se convierte a los pobres, vale decir, se identifica –actúa sin dudar- con los peruanos más vulnerables.

Con un sentimiento profundo por el Perú y su gente, cabe señalar que alrededor de la solidaridad se pueden hacer muchas cosas positivas y constructivas.

En realidad, -¿quién lo podría negar?- todos somos el Perú. El maestro que vela por un mejor futuro para nuestros hijos. El ambulante, el canillita, el lustrabotas, el “palanca” de un microbús que se convierten en emprendedores porque quieren un cambio en su vida; el nativo, el campesino, el trabajador y el obrero que generan riqueza. El empresario que produce y crea empleo, el burócrata que pisa el acelerador para hacer cosas en menos tiempo. Corre por nuestra sangre el color rojo de nuestra patria, la tierra de los vivos y de nuestros muertos. El Perú es la tierra que debemos amar poniéndole corazón a la concordia en lugar de la pelea, a la conciliación en vez de la controversia y al bien común en lugar de la autodestrucción del país.

El Perú es un sentimiento. Por ello, no nos dejemos pisar el poncho, dejando que otros promuevan la desunión, desintegración e indiferencia por nuestros propios compatriotas.

La fuerza del Perú –hay que decirlo otra vez- está en la unión de todos. Y es que hay más cosas que nos unen que las que nos dividen: la fe en la esperanza, la bandera, la música, la tradición, la cultura, nuestra reconocida característica de ser trabajadores y de ser los “reyes del recurseo” cuando una labor formal nos es esquiva.

Por eso, es tiempo de actuar y no dudar, de buscar y encontrar la reconciliación –llevarse bien con todos y no tomar las cosas a pecho sino saber perdonar y olvidar sin que esto signifique tolerar la injusticia, la impunidad y la ilegalidad- alcanzar estabilidad en el largo plazo, esperanza de que nuestros hijos tendrán un mejor futuro que nosotros, seguridad que los padres les entregarán un legado con valores y que la presente generación se integre al mundo con emprendedorismo, creatividad e innovación.

Este no será nunca un país –como lo afirma Basadre- donde dominen los podridos, los incendiarios y los retardatarios. Este es un país que ama la libertad, la vida, la propiedad y la seguridad. ¡Arriba Perú!