martes, 16 de diciembre de 2008

PASE LO QUE PASE


ES NECESARIO UN PLAN “B” FRENTE AL PROGRAMA DE COMBATE DE CRISIS MUNDIAL
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Jesus Jimenez Laban
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Los suicidios han vuelto debido a la crisis crediticia que azota al mundo, algo que no se veía desde la crisis monetaria que estremeció Asia en 1998. Los hechos se registran con más frecuencia en Japón, Corea del Sur y Hong Kong, según un reciente estudio de la Universidad de Bristol. Como se recordará, el número de suicidios aumentó a finales de la última década del siglo XX y disminuyó entre fines de los 80 y comienzos de los 90.
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Los suicidios ya han trepado al 60% en Asia, según cifras de la Organización Mundial de la Salud. Estas muertes, que son más frecuentes en hombres que en mujeres (40% vs 20%), tienen que ver con la recesión que echa sin piedad a la calle a 60 millones de trabajadores en los últimos meses y crea problemas emocionales en los miembros de la familia.
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Las peores crisis financieras arrojan mayores indicadores de suicidio, situación que los siquiatras ven también con preocupación en Estados Unidos después de la perdida de cerca de un millón de empleos en los últimos doce meses debido a la caída del mercado de hipotecas de alto riesgo.
Cualquier esfuerzo serio de un gobierno –sea plan anti crisis o cualquier otro- tiene que apuntar a proteger el empleo de los pobladores. Lamentablemente, estamos en una cadena peligrosa. Si las materias primas siguen en picada, esto desalentará las exportaciones. Si los países desarrollados llegaran a casi “0” de crecimiento el próximo año (Estados Unidos 0,9 por ciento, la eurozona y la de Japón 0,6 y un 0,1 por ciento, respectivamente, según la OCDE), es poco probable que compren, como antes, nuestros productos de exportación porque no hay consumidores con el mismo poder de compra, sea porque prefieren guardar la plata bajo el colchón, no quieren arriesgar o porque están arruinados después de perder propiedades con la crisis hipotecaria y control empresarial con la caída de acciones o privarse de un futuro seguro con el hundimiento de sus pensiones.
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Los mercados calculan que esta crisis será igual o peor que la recesión de 1929. China ya perdió el 20 por ciento de sus exportaciones, la Unión Europea inyecta 200 mil millones de dólares adicionales como esfuerzo fiscal y la economía de Estados Unidos que perdió 533 mil empleo en noviembre, la peor contracción en las planillas en 34 años, según un informe oficial del Departamento de Trabajo. El refugio de todos ya no es oro, petróleo o acciones o materia primas. Aunque ofrecen rentabilidad por debajo del 3 por ciento, muchos se refugian en los bonos del tesoro americano a 10 años, pero hay quienes dicen que la próxima burbuja especulativa sería la del dólar.
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Por fortuna, los peruanos no hemos todavía sufrido ningún sacudón en este terremoto global y no queremos que ocurra. Necesitamos que las líneas de crédito no se interrumpan en los bancos para que las bajas en el comercio, la industria, la construcción civil y la actividad exportadora no golpeen los sectores sociales, en este momento los más vulnerables, junto con la Pymes y las cajas de ahorro. Sólo si hubiera suprema necesidad, solo entonces debemos aplicar ideas prácticas de emergencia tales como disminuir los sueldos o reducir el número de horas o de días por semana, pero no despedir a la gente en los sectores minero, textil, confecciones y agroindustria y otros. Como dice la autoridad de trabajo, empleador y trabajador deben firmar un documento que fije plazo corto para la reducción.
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Hay 10 mil millones de soles –adicionales al Presupuesto Público- para amortiguar el impacto de la crisis internacional. Impulsar la obra pública es lo que también ha decidido hacer Estados Unidos, pero sin entusiasmo porque toman tiempo los trabajos de infraestructura. Como fuente de empleo- no es cuestión de tomar dinero y ponerse a trabajar sino ser consciente del enorme reto de poner los mejores cuadros gerenciales en los gobiernos regionales–que no los tienen en su mayoría- para hacer un eficiente gasto público en proyectos con rentabilidad social. Este es el gran talón de Aquiles del plan anti crisis: no tenemos gente preparada para hacer caminar rápido la obra pública. Antes que sea demasiado tarde, se puede pedir ayuda a las universidades, técnicos de los organismos multilaterales y cuadros de las fuerzas armadas en el marco de un plan nacional de entrenamiento y capacitacion.
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No se puede improvisar. Este esfuerzo es por el país, no resiste ya campaña política ni afán electoral. Se requiere sustentar y echar a andar proyectos, cuya aprobación dependerá de su capacidad para generar bienestar en la población, incidiendo en la creación de empleo.
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La única manera de que la desconfianza y el pánico no se apoderen del Peru es no dejar que se diluya la capacidad de generar empleo para que la gente no pierda capacidad de consumo y con ello se mantengan en pie la industria, la agricultura y comercio, que concentran la mayor cantidad de fuentes de trabajo en el Peru, pero todo esto pasa también por el sector financiero que debe ser liderado por los bancos para mantener la confianza y la estabilidad en el tiempo.
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Por último, el gobierno debe ver esta crisis como a un tigre que se acerca a toda velocidad y hay que saber calcular la distancia para disparar en el momento preciso y no quedarnos sin municiones en le eventualidad trágica que no demos en el blanco. Por eso, la receta es tanto para el gobierno como para el empresariado: optimismo con cautela, precisión con pulso firme y manejar desde ahora un plan B, un plan de contingencia. Cualquier cosa puede pasar.