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Por Jesús Jimenez Labán
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Con mucho pesar pude presenciar el drama de una señora que por teléfono pedía a sus hijos acudir cuanto antes a la clínica para el último adiós de su padre. Y es que, algunas veces, los médicos y enfermeras saben cuando va a morir un paciente y en qué momento no, especialmente cuando se relajan los esfínteres, se ponen los ojos vidriosos y se pierde el control del movimiento de la lengua. Aun así, este padre de familia quería despedirse de sus seres queridos, caso que me hace recordar el de un taxista resignado a la muerte de su esposa internada si es que no conseguía dinero para su operación con más “carreras” en una dura jornada nocturna.
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Siempre he escuchado que sólo cuando una persona se enferma, aprecia la importancia de tener salud. Y este valor aumenta cuando el paciente ve que su vida, su salud y su futuro dependen de un médico. Más aun cuando el enfermo no tiene ningún seguro de salud, no esta cubierto por ningún seguro de vida y nadie lo atiende en un centro hospitalario, aunque ingresara de emergencia en busca de auxilio.
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Desde luego, esto no justifica la actitud de muchos familiares que abandonan a sus padres, hermanos o parientes en un hospital como frecuentemente ocurre en Lima y el interior del Perú, ni la mala practica médica de dejar morir en un caso de peritonitis a un turista americano por no tener dinero completo para pagar la operación (sólo 80 por ciento) como ocurrió antes de navidad en la clínica Ricardo Palma, Lima, según Living in Perú Newspaper. En realidad, todos deberíamos tener acceso a la salud, pero el mandato constitucional no se cumple. Es cierto que miles tienen las puertas abiertas de hospitales del seguro y nosocomios del ministerio de salud, además de una red de clínicas privadas y de solidaridad, pero hay todavía mucho por hacer en prestaciones médicas.
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Sin temor a equivocarme, un jubilado del estado que pide una cita con el médico tiene que esperar en cualquier hospital peruano un promedio entre cinco y siete meses, debido a la escasez de camas, de medicinas y falta de insumos para los laboratorios. Si el paciente esta grave, viene el drama. Esto no puede ser. Aquí se paga un seguro, pero es necesario ir a un centro de salud privado para ser atendido por especialistas particulares, muchos de los cuales trabajan en los hospitales donde les es esquiva a miles de pacientes la logística hospitalaria. ¿Para que se paga un seguro de salud si este no cumple con sus fines cuando más se le necesita?
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Es, pues, enorme el problema de la salud desde el punto de vista humano. Es cuantioso, desde una óptica financiera, porque el Estado gasta anualmente más de mil millones de dólares, solo en compras públicas de medicinas, algunas de las cuales vencidas. Y es también falta de prevención porque debe haber seguro de salud para todos, sin excepción, este en planilla o no. Aquí no se ve sustanciales cambios. En este momento, con la explosión demográfica existente, es imposible que la demanda de prestaciones médicas sea cubierta por la deficiente y obsoleta infraestructura hospitalaria.
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Veo que algunas clínicas han convertido en un negocio la salud olvidándose del juramento hipocrático de no lucrar con la salud del moribundo. Son, en cierto modo, un mal necesario porque cubren el mortal déficit hospitalario y salvan la vida de mucha gente. Son también centros de experimentación para los médicos residentes, los recién egresados, y una oportunidad para los propietarios de alquilar quirófanos, aparatos y camillas a los médicos tratantes que consiguen clientes por referencia de asistentas sociales en empresas publicas y privadas.
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Estas clínicas, muchas de las cuales firman convenios con los hospitales del Estado, atienden una diversidad de enfermedades desde hiperhidrosis, -sudoración de manos-, obesidad mórbida, -asociada a otras enfermedades que comprometen la vida-, cáncer de próstata, cirugía con cálculos, apendicitis, hernias inguinales, úlceras al estómago, quistes al hígado y dolencias cardiovasculares que comprometen los pulmones y las arterias. Algunas y no todas pueden ser curadas con cirugía endoscopia, laparoscopica o bariàtrica. Y todos son pacientes que, sin haberse podido atender en los centros estatales, recurren al medico particular que cuenta con enfermeras que ganan por operación y no tiene un sueldo decente ni muchos menos CTS. vacaciones, gratificaciones etc.
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Desde luego, esto no justifica la actitud de muchos familiares que abandonan a sus padres, hermanos o parientes en un hospital como frecuentemente ocurre en Lima y el interior del Perú, ni la mala practica médica de dejar morir en un caso de peritonitis a un turista americano por no tener dinero completo para pagar la operación (sólo 80 por ciento) como ocurrió antes de navidad en la clínica Ricardo Palma, Lima, según Living in Perú Newspaper. En realidad, todos deberíamos tener acceso a la salud, pero el mandato constitucional no se cumple. Es cierto que miles tienen las puertas abiertas de hospitales del seguro y nosocomios del ministerio de salud, además de una red de clínicas privadas y de solidaridad, pero hay todavía mucho por hacer en prestaciones médicas.
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Sin temor a equivocarme, un jubilado del estado que pide una cita con el médico tiene que esperar en cualquier hospital peruano un promedio entre cinco y siete meses, debido a la escasez de camas, de medicinas y falta de insumos para los laboratorios. Si el paciente esta grave, viene el drama. Esto no puede ser. Aquí se paga un seguro, pero es necesario ir a un centro de salud privado para ser atendido por especialistas particulares, muchos de los cuales trabajan en los hospitales donde les es esquiva a miles de pacientes la logística hospitalaria. ¿Para que se paga un seguro de salud si este no cumple con sus fines cuando más se le necesita?
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Es, pues, enorme el problema de la salud desde el punto de vista humano. Es cuantioso, desde una óptica financiera, porque el Estado gasta anualmente más de mil millones de dólares, solo en compras públicas de medicinas, algunas de las cuales vencidas. Y es también falta de prevención porque debe haber seguro de salud para todos, sin excepción, este en planilla o no. Aquí no se ve sustanciales cambios. En este momento, con la explosión demográfica existente, es imposible que la demanda de prestaciones médicas sea cubierta por la deficiente y obsoleta infraestructura hospitalaria.
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Veo que algunas clínicas han convertido en un negocio la salud olvidándose del juramento hipocrático de no lucrar con la salud del moribundo. Son, en cierto modo, un mal necesario porque cubren el mortal déficit hospitalario y salvan la vida de mucha gente. Son también centros de experimentación para los médicos residentes, los recién egresados, y una oportunidad para los propietarios de alquilar quirófanos, aparatos y camillas a los médicos tratantes que consiguen clientes por referencia de asistentas sociales en empresas publicas y privadas.
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Estas clínicas, muchas de las cuales firman convenios con los hospitales del Estado, atienden una diversidad de enfermedades desde hiperhidrosis, -sudoración de manos-, obesidad mórbida, -asociada a otras enfermedades que comprometen la vida-, cáncer de próstata, cirugía con cálculos, apendicitis, hernias inguinales, úlceras al estómago, quistes al hígado y dolencias cardiovasculares que comprometen los pulmones y las arterias. Algunas y no todas pueden ser curadas con cirugía endoscopia, laparoscopica o bariàtrica. Y todos son pacientes que, sin haberse podido atender en los centros estatales, recurren al medico particular que cuenta con enfermeras que ganan por operación y no tiene un sueldo decente ni muchos menos CTS. vacaciones, gratificaciones etc.
Desde hace veinticinco años se habla de la importancia de la salud preventiva. Es decir, antes que curar, hay que prevenir las enfermedades. Aquí no estamos hablando, por supuesto, de poner cuidado en la sobredosis de anestesia, de contar al medico las alergias para no recetar remedios inapropiados ni mucho menos de no tomar aspirinas para evitar el riesgo de que no coagule la sangre en un paciente dentro de un quirófano.
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Aquí estamos hablando de la salud integral, de lo que se ocupan los candidatos presidenciales -de aquí y de afuera- pero que no se cumple en la práctica. Prevenir es educar a la población en practicas de higiene y profilaxis, empezando por los mas débiles -los niños, las mujeres y los ancianos-, es democratizar los seguros de salud para no morir en la puerta de un hospital sin ser atendido, es aplicar una política de nutrición en todas las regiones y combatir la pobreza a través del empleo y de la micro empresa. Una familia con trabajo, es una familia que come bien, goza de buena salud y vive más años.
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Nadie quiere que siga muriendo gente por subdesarrollo. Es elevada la misión de un medico pero hay que tenderle puentes para que ese paciente no muera en emergencia, esas medicinas lleguen a sus usuarios y esos hospitales tengan las boticas llenas, las camas disponibles y los laboratorios bien implementados con el dinero de los asegurados. Se requiere una política de Estado para que la iniciativa privada invierta en la construcción de clínicas populares con criterio de responsabilidad social y para que los principios de salud no sean un monopolio de conocimiento sino pegadogía medica que llegue democráticamente a todos.
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(*) Homenaje a Luis Ponce Castillo, ex Presidente de la Federación de Periodistas del Perú
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Aquí estamos hablando de la salud integral, de lo que se ocupan los candidatos presidenciales -de aquí y de afuera- pero que no se cumple en la práctica. Prevenir es educar a la población en practicas de higiene y profilaxis, empezando por los mas débiles -los niños, las mujeres y los ancianos-, es democratizar los seguros de salud para no morir en la puerta de un hospital sin ser atendido, es aplicar una política de nutrición en todas las regiones y combatir la pobreza a través del empleo y de la micro empresa. Una familia con trabajo, es una familia que come bien, goza de buena salud y vive más años.
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Nadie quiere que siga muriendo gente por subdesarrollo. Es elevada la misión de un medico pero hay que tenderle puentes para que ese paciente no muera en emergencia, esas medicinas lleguen a sus usuarios y esos hospitales tengan las boticas llenas, las camas disponibles y los laboratorios bien implementados con el dinero de los asegurados. Se requiere una política de Estado para que la iniciativa privada invierta en la construcción de clínicas populares con criterio de responsabilidad social y para que los principios de salud no sean un monopolio de conocimiento sino pegadogía medica que llegue democráticamente a todos.
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(*) Homenaje a Luis Ponce Castillo, ex Presidente de la Federación de Periodistas del Perú