viernes, 17 de febrero de 2012

POR LOS MAS ALTOS DESTINOS

POR LOS MAS ALTOS DESTINOS

Por Jesús Jiménez Laban
¿Es posible dejar de lado el  juego del monopolio del poder? ¿Qué se puede pedir para que los políticos no piensen mucho en las próximas elecciones? Claro, pensar en la próxima campaña parece inevitable, pero cuánto bien le harían al país anteponer el bien comun al cálculo político. A veces, tentado estoy de defender la idea de una sola elección presidencial -qes decir, que no exista la figura de la reeleccion, ni siquiera transcurrido un período constitucional-. Sólo entonces se dejaría de lado el juego del monopolio político. ¿Hasta que punto es cierto aquello que hay fatiga por los mismos partidos, las mismas caras, las mismas ideas todo el tiempo? No hay encuestas sobre esto.

La democracia es pluralismo político y desarrollo económico sin chantajes de grupos de interés. De este modo, sin el monopolio político vitalicio, las mentes más brillantes de la política dejarían de lado el cálculo de cuántos días, cuántas semanas, cuántos meses, cuántos años faltan para que este presidente y con él toda la representación nacional se vayan del poder. Pero, como decía Rousseau, no es fácil "luchar contra el egoismo natural o animal en nosotros". Desaparecería así el deseo de hacer votos en las urnas imaginarias antes de tiempo con protagonismos innecesarios o el riesgo del desgaste del poder que pondría en peligro la gobernabilidad democrática.

El Peru emergente del siglo XXI -con todas las razas, con todas las clases, y con todas la ideas- no soportaría -como ningún otro país democrático y con fuerza y habilidad para ser parte del Club del Primer Mundo- que un político le ponga "...cáscara de plátano" al otro, a veces por "quítame esta paja", sin que esto quite, por supuesto, la importancia de una oposición política despierta, ágil y constructiva en el combate de la corrupción y de la pobreza.

El problema se agrava cuando el opositor ataca la vena yugular del plan, programas y proyectos de gobierno. Cuando alguien tiene la sensación de que algo funciona, ¡zas! viene la pataleta, la medida de fuerza, con bloqueo de carreteras o pedrea o el escándalo mediático y a veces no nos damos cuenta que nos disparamos a los pies porque el Perú es como una gran nave en la que todos estamos a bordo.
 
La zancadilla política paraliza al más encopetado, zorro y cazurro. No conozco a un político en la historia que se haya mantenido en pie con una oposición irresponsable o en el peor de las casos conspiración interna o externa. Y, por desgracia, suele haber gente del entorno del poder que cree hacer el bien cuando, en realidad, está hundiendo al gobernante de un país.
 
Un cambio de piel política, para usar la expresión de un viejo senador peruano, no supone hacer nihilismo sobre ella sino un cambio de actitud. La moral del Perú está escrita desde nuestros ancestros (no robes, no mientas, no seas ocioso), pero la necesidad de ética en los actos públicos y privados es un proceso constante que puede cubrirse con más educación contínua, con más testimonios de personas honestas que desmuestren que con poco se puede vivir también y con hombres más transparentes y resistentes al poder, el dinero y el placer (cosa muy difícil como se ve en esta crisis financiera global, eso de tener siempre más y el miedo de volverlo a perder como diría algun día Soros).
El filosofo alemán Odo Marquard, recordado hace poco por un destacado maestro, decía que hay un mundo al revés en el que "el mal se hace bien en la misma medida que el bien es desenmascarado como mal" (Felicidad en la infelicidad)

Aceptaría, como muchos, gustoso que me invitaran a estudiar en los claustros de una escuela, colegio o universidad a repasar estos ideales, ideas y valores que reclama la vida de un pueblo. El reto de la democracia es poner en práctica esos ideales, ideas y valores (no robes, no mientas, no seas ocioso). Hay que abrir para ello canales de comunicación entre persona, sociedad y Estado. Que esta es una reflexión ingenua y tal vez atrevida y odiada, lo sé (más de mil años de historia dicen lo contrario), pero queda la buena voluntad, lo único bueno en el hombre es la buena voluntad. Solo se puede alcanzar el bien por la buena voluntad, como decía Kant.

Que esa buena voluntad, esa tabla de valores que no cambia en el tiempo, se abra paso al nuevo ciudadano, a la nueva propuesta, a la nueva República del Perú, basada en esas columnas que siempre le darán oxígeno y vida al Perú para que nunca muera: libertad, vida, propiedad, seguridad. Esos fines deben estar siempre claros porque cuando éstos se pierden, la autoridad se debilita para exigir deberes. Y no lo digo yo, está escrito en la historia.

Y es que la vida en un país hay que verla de otra forma, buscando siempre una finalidad en todo lo que hacemos. Como lo recuerda un intelectual, profesor universitario y religioso (cuyo nombre no estoy autorizado a mencionar pero encierra una gran verdad su reflexión)..., en la familia, los estudios, el trabajo, la profesión, en la sociedad..."se logra la felicidad cuando se logra la autorrealizacion.

La felicidad se logra dentro de las actividades que se realiza. El hombre logra su autorealizacion cuando se oriente a un ideal. La virtud nos hace felices porque llegamos a ser lo que debemos ser.

Y la felicidad de la Nación como objetivo supremo (todas las libertades en lo económico y político más inclusión) debe fluir en la mente de gobernantes y gobernados que se alternan en el poder. Pongamos, pues en la balanza las cosas.

¿Qué puede más, el monopolio del poder o la prudencia, esa virtud de la inteligencia, para alcanzar el justo medio en la solución de los problemas del país? Tomar la decisión más prudente es deber de todo gobernante...

Thomas Jefferson, inspirador del mensaje libertario de Don Jose de San Martín, en su tiempo decía convencido que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables; que entre ellos están la vida, la libertad, y la persecución de la felicidad.