Por Jesús Jiménez Labán
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Cuando uno está expuesto a la vida pública, tendrá que ser consciente que es un persona mirada por todos. Su voz, su personalidad, sus ideas y sus hechos, todo entra en juego. En un escenario así, como en el guión cinematográfico, los protagonistas se dividen entre los buenos y los malos de la película. Según la estrategia mediática utilizada, habrá equipos NO profesionales que se encarguen de demoler la imagen, el prestigio y el buen nombre de una persona buena y honesta y equipos profesionales y honestos animados por una sola misión: defender la verdad que encarna el personaje. Si esto es así, cuando una figura pública asume un cargo, jamás deberá confiar que encontrará un lecho de rosas sino más bien un camino empedrado. Son los opositores los que tienden a infravalorarla.
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La importancia de no ser confiado
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A veces, uno sin darse cuenta cae en impopularidad, en desprestigio o proyecta una imagen negativa. Y es que no se conoce a sí mismo, nunca se ha hecho un auto análisis sobre quién es o lo que piensan los demás. Esto, por supuesto, no lo desea nadie, pero no todas las veces es por culpa de uno mismo, sino por fuerzas perversas, envidiosas e interesadas en que el público lo vea débil, sin habilidades ni garra, de tal manera que solo aparezca el lado oscuro de la persona y que ella se vuelva antipática, repelente y repulsiva ante los demás, pese a que el trabajo que realiza es valioso para sus clientes, sus colegas, sus subalternos o sus empleados.
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Si se presentara una situación de emergencia –descrédito, denuncia, calumnia o difamación- no vale tanto pedir perdón por una cosa que no se ha cometido. Vale la pena más bien saber explicar por la radio, la televisión y la prensa con argumentos qué, cómo, cuándo y por qué ocurrieron los hechos. Lo peor es dejar las cosas en el aire. Hablando se entiende la gente y perdonando las críticas cuando éstas parten de una campaña de demolición de imagen. Lo que quiero decir es que, tal vez, resulta mil veces mejor tolerar los ex abruptos de la prensa que la censura misma.
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En términos de imagen no es cierto que una persona nace con mala suerte. La imagen es la visión general que otra gente posee de usted. Lo que pasa es que es mala vendiéndose a sí misma, algo que tiene que ver con la falta de asesoría, guía o consulta con especialistas. Puede verse a sí mismo de manera diferente a como le ven en realidad.
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Muchas ideas quedan en el tintero porque no son bien vendidas, vale decir, no tienen eco en los medios de comunicación. Si alguien quiere avanzar en un proyecto político, financiero o social, no puede prescindir, bajo ninguna razón ni circunstancia, de una gran y poderosa alianza con la prensa. No puede empezar nada sin antes saber qué imagen proyecta y cómo quiere cambiar esa imagen. Obviamente, el gran mérito está en salir adelante con la verdad, de tal manera que los medios se pongan legítimamente a su servicio, sea en sus páginas, sus ondas de radio o sus pantallas de televisión, para no mencionar las nuevas ventajas de la prensa digital.
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El control de la situación
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Sin duda, la prensa es un poder porque en la medida que levanta la imagen de un personaje, algunas veces la lanza sin misericordia al vacío. Es bueno ser justo y compasivo en una investigación que genera dudas. Sea como fuere, una persona con imagen favorable tendrá siempre el mundo en sus manos. A más imagen, más poder de decisión y persuasión.
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Quien tenga la razón, siempre será favorecido por la verdad de los hechos. Difícilmente, una persona con valores orientados al bien común, caerá en el abismo del desprestigio. Más tarde o más temprano, la opinión pública conocerá la verdad.
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No se trata de imponerle a la opinión pública un criterio, una idea o una forma de pensar. Es más bien saludable dejar que ella se convenza por sí misma a la luz de los hechos, de los argumentos de defensa y de las rectificaciones. Nada más convincente, por ejemplo, que un organismo de prestigio se solidarice con el personaje golpeado, que un medio de prensa diga la verdad o que una sentencia judicial desbarate la campaña de destrucción contra una persona. Solo entonces, el personaje atacado sale airoso y con la confianza renovada por el público.
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Los periodistas buscan noticia. Viven por ella, pagan por ella, investigan por ella. Los periodistas necesitan siempre algo noble, novedoso, raro, espectacular, escandaloso que publicar. Algunas veces, caso de la prensa amarilla, algo también ruin, subalterno y cobarde. Mucha gente que ha ganado popularidad en la sociedad es aquélla que usa la lógica del comunicador y se convierte en noticia. De allí que los periodistas sean los grandes aliados de los políticos, de los académicos, de los empresarios y de los protagonistas directos de la sociedad civil, sobre todo cuando quieren que la gente entienda y acepte sus promesas, sus iniciativas creativas, sus novedades o sus propuestas de cambio en la sociedad. Una buena comunicación entre ambas partes requiere de mucho profesionalismo.
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Un cambio de actitud
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De manera tal que no basta que el personaje sea un sabio, tenga una gran capacidad y dominio de una situación. Si no está dentro de los circuitos mediáticos, pasará al anonimato de la historia. Nadie lo tendrá en cuenta, sólo vivirá con sus ideas y sus recuerdos y otros capitalizarán su conocimiento en esta carrera dramática de contenidos, era en la cual lo importante es captar conocimiento nuevo, generar valor y no demorar en aplicar ese conocimiento para generar valor a la sociedad.
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Es bueno saber administrar la crisis atendiendo con prioridad los problemas mayores, pero esto simplemente será imposible si una figura pública marcha de espaldas a los medios de comunicación, un poder invisible e indiscutible aliado de los que triunfan.
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Cuando uno está expuesto a la vida pública, tendrá que ser consciente que es un persona mirada por todos. Su voz, su personalidad, sus ideas y sus hechos, todo entra en juego. En un escenario así, como en el guión cinematográfico, los protagonistas se dividen entre los buenos y los malos de la película. Según la estrategia mediática utilizada, habrá equipos NO profesionales que se encarguen de demoler la imagen, el prestigio y el buen nombre de una persona buena y honesta y equipos profesionales y honestos animados por una sola misión: defender la verdad que encarna el personaje. Si esto es así, cuando una figura pública asume un cargo, jamás deberá confiar que encontrará un lecho de rosas sino más bien un camino empedrado. Son los opositores los que tienden a infravalorarla.
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La importancia de no ser confiado
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A veces, uno sin darse cuenta cae en impopularidad, en desprestigio o proyecta una imagen negativa. Y es que no se conoce a sí mismo, nunca se ha hecho un auto análisis sobre quién es o lo que piensan los demás. Esto, por supuesto, no lo desea nadie, pero no todas las veces es por culpa de uno mismo, sino por fuerzas perversas, envidiosas e interesadas en que el público lo vea débil, sin habilidades ni garra, de tal manera que solo aparezca el lado oscuro de la persona y que ella se vuelva antipática, repelente y repulsiva ante los demás, pese a que el trabajo que realiza es valioso para sus clientes, sus colegas, sus subalternos o sus empleados.
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Si se presentara una situación de emergencia –descrédito, denuncia, calumnia o difamación- no vale tanto pedir perdón por una cosa que no se ha cometido. Vale la pena más bien saber explicar por la radio, la televisión y la prensa con argumentos qué, cómo, cuándo y por qué ocurrieron los hechos. Lo peor es dejar las cosas en el aire. Hablando se entiende la gente y perdonando las críticas cuando éstas parten de una campaña de demolición de imagen. Lo que quiero decir es que, tal vez, resulta mil veces mejor tolerar los ex abruptos de la prensa que la censura misma.
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En términos de imagen no es cierto que una persona nace con mala suerte. La imagen es la visión general que otra gente posee de usted. Lo que pasa es que es mala vendiéndose a sí misma, algo que tiene que ver con la falta de asesoría, guía o consulta con especialistas. Puede verse a sí mismo de manera diferente a como le ven en realidad.
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Muchas ideas quedan en el tintero porque no son bien vendidas, vale decir, no tienen eco en los medios de comunicación. Si alguien quiere avanzar en un proyecto político, financiero o social, no puede prescindir, bajo ninguna razón ni circunstancia, de una gran y poderosa alianza con la prensa. No puede empezar nada sin antes saber qué imagen proyecta y cómo quiere cambiar esa imagen. Obviamente, el gran mérito está en salir adelante con la verdad, de tal manera que los medios se pongan legítimamente a su servicio, sea en sus páginas, sus ondas de radio o sus pantallas de televisión, para no mencionar las nuevas ventajas de la prensa digital.
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El control de la situación
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Sin duda, la prensa es un poder porque en la medida que levanta la imagen de un personaje, algunas veces la lanza sin misericordia al vacío. Es bueno ser justo y compasivo en una investigación que genera dudas. Sea como fuere, una persona con imagen favorable tendrá siempre el mundo en sus manos. A más imagen, más poder de decisión y persuasión.
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Quien tenga la razón, siempre será favorecido por la verdad de los hechos. Difícilmente, una persona con valores orientados al bien común, caerá en el abismo del desprestigio. Más tarde o más temprano, la opinión pública conocerá la verdad.
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No se trata de imponerle a la opinión pública un criterio, una idea o una forma de pensar. Es más bien saludable dejar que ella se convenza por sí misma a la luz de los hechos, de los argumentos de defensa y de las rectificaciones. Nada más convincente, por ejemplo, que un organismo de prestigio se solidarice con el personaje golpeado, que un medio de prensa diga la verdad o que una sentencia judicial desbarate la campaña de destrucción contra una persona. Solo entonces, el personaje atacado sale airoso y con la confianza renovada por el público.
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Los periodistas buscan noticia. Viven por ella, pagan por ella, investigan por ella. Los periodistas necesitan siempre algo noble, novedoso, raro, espectacular, escandaloso que publicar. Algunas veces, caso de la prensa amarilla, algo también ruin, subalterno y cobarde. Mucha gente que ha ganado popularidad en la sociedad es aquélla que usa la lógica del comunicador y se convierte en noticia. De allí que los periodistas sean los grandes aliados de los políticos, de los académicos, de los empresarios y de los protagonistas directos de la sociedad civil, sobre todo cuando quieren que la gente entienda y acepte sus promesas, sus iniciativas creativas, sus novedades o sus propuestas de cambio en la sociedad. Una buena comunicación entre ambas partes requiere de mucho profesionalismo.
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Un cambio de actitud
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De manera tal que no basta que el personaje sea un sabio, tenga una gran capacidad y dominio de una situación. Si no está dentro de los circuitos mediáticos, pasará al anonimato de la historia. Nadie lo tendrá en cuenta, sólo vivirá con sus ideas y sus recuerdos y otros capitalizarán su conocimiento en esta carrera dramática de contenidos, era en la cual lo importante es captar conocimiento nuevo, generar valor y no demorar en aplicar ese conocimiento para generar valor a la sociedad.
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Es bueno saber administrar la crisis atendiendo con prioridad los problemas mayores, pero esto simplemente será imposible si una figura pública marcha de espaldas a los medios de comunicación, un poder invisible e indiscutible aliado de los que triunfan.