sábado, 11 de octubre de 2008

CAMINANDO AL FILO DE LA NAVAJA

Jesús Jiménez Laban
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Es realmente sorprendente lo que pasa en el Perú. Un escándalo sobre irregularidades en concesiones petroleras salpicó a varios ministros precipitando la caída de un gabinete, pero hay prófugos cuyo paradero es todo un misterio. El mal que corroe nuestra sociedad es la impunidad, el delito sin castigo, hacer la vista gorda de las cosas irregulares, indebidas e ilegales. De hecho, la corrupción debe combatirse y extirparse del tejido social del país, pero el Poder Judicial con el Ministerio Publico debe aportar aquí una cuota importante en esta lucha.
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“Esto es un mal precedente para las inversiones locales y extranjeras. Cualquier cosa puede pasar en este país”, se comenta con insistencia en los círculos financieros. Si queremos realmente estabilidad política y estabilidad jurídica, debemos despejar la incertidumbre –dar seguridad del futuro- para asegurar la paz social y hacer un país predecible.
Resulta, pues, inquietante para las inversiones y para el futuro económico, del cual dependemos todos, que hechos como el llamado “petroescándalo” empuje a una crisis política sin precedentes a todo un país. Queda aun la revisión de los contratos por una comisión ad hoc del Congreso de la República.
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Nadie se opone a la fiscalización que le asiste a la representación nacional como un mandato constitucional, pero es también prioridad del momento prepararnos para el tsunami económico que viene al país, en unos cuatro meses, según fuentes familiarizadas con la situación. La agenda de sobrevivencia es juntarnos todos para definir que hacemos para enfrentar los retos de una crisis financiera y sequia mundial de créditos.
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Hay quienes piensan -y me sumo a ellas- que en las grandes crisis, están las grandes oportunidades de los osados, intrépidos y emprendedores. Tal como están las cosas en Estados Unidos, Europa y en menor medida en Asia, no debe extrañar que muchos inversionistas nos toquen las puertas para poner sus capitales en el Perú trayendo crecimiento, oportunidades de empleo y blindaje para resistir sin sufrimiento esta crisis económica mundial.
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Curiosamente, Perú, junto con otros países emergentes con fundamentos económicos sólidos, puede convertirse en una plaza apetitosa. Este puede ser un vuelo hacia la calidad, el “flight to quality” como lo llaman en América, que exige tener la casa en orden, es decir, generar condiciones para promover el consenso y hacer las cosas que hay que hacer para que las inversiones no se azoren. Todo lo contrario, debemos ser un imán para atraer capitales, de manera que es el peor momento para divisiones, paros y trompicones.
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No podemos permanecer quietos si las inversiones hacen maletas para irse del país, el dólar se dispara o las clasificadoras de riesgos nos ponen otra vez en rojo porque arrojamos señales negativas contra la propiedad, la libertad y privacidad y la seguridad. Nada más inteligente que cerrar filas para que en democracia se cumplan los plazos constitucionales de la Administración y hacer esfuerzos de cohesión e inclusión para el país no se descarrile, no se fragmente, no se polarice como pretenden algunos.
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Tenemos espaldas anchas, hay reservas suficientes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) nos mira como la estrella económica del continente, pero aun falta cumplir la agenda interna en la lucha contra la pobreza. No se ha inventado otra cosa mejor que el capital extranjero para aliviar el dolor de los pobres por una lógica sencilla. A más capital, más mercado. A mas mercado, más gente con capacidad de consumo y menos de desempleo, punto central de la agenda económica del nuevo gabinete para el futuro inmediato.

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