domingo, 7 de septiembre de 2008

APRENDER Y APLICAR PRODUCTIVAMENTE LO APRENDIDO



POR UNA EDUCACION PREÑADA DE VALORES
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Jesús Jiménez Labán (*)
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Estoy cada vez más convencido que el futuro del empleo tiene que ver con la creatividad, el esfuerzo personal en el uso de las tecnologías y el conocimiento especializado de la persona humana. Es decir, lo que se ve venir es el autoempleo como forma de independencia financiera, la velocidad del conocimiento y el desarrollo de habilidades como contenidos digitados con alta aplicabilidad en la vida real.
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Siendo así, será una pérdida de tiempo si el estudiante no desarrolla habilidades dentro del claustro universitario en línea con las necesidades de un gerente en una empresa privada para que aporte valor, cosas nuevas y creativas nunca antes ensayadas en los laboratorios de esa empresa.
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Dentro de esta óptica ha pasado a la historia el modelo antiguo de sumir en la ignorancia a un trabajador para que sea “más manipulable” o “no pida mucho sueldo”. Por el contrario, se motiva al alumno, al empleado, al obrero a la educación continua, la especialización, la investigación porque en la innovación está el germen constructivo de la competitividad de una empresa, de la sociedad, del país en su conjunto.
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Salir y volver a la universidad es vital para sobrevivir en un mundo competitivo, pero en sus aulas uno debe encontrar ideas que trabajan. En la educación continua, aparecen dos sujetos protagónicos: tanto el educador en su capacitación y actualización en forma continua, que supone más acreditaciones académicas, honestidad para impulsar con modestia ese ciclo de crecimiento personal y profesional; como el educando, asimilar conocimiento nuevo en forma natural para proveer su crecimiento y competitividad en nuestro escenarios de la globalización económica dentro de esta sociedad del conocimiento.
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Por ello, junto con el reto de desarrollar habilidades en la gente, es extremadamente importante investigar, hacer que los alumnos conversen interactivamente entre ellos y el profesor y generen soluciones a los problemas que encaran las empresas en la vida cotidiana. Solo entonces, habremos generado verdadero valor, soluciones creativas a una organización para su cambio y crecimiento.
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En el pasado, la cosa se limitaba a enseñar, ahora el desafío que hay que poner en práctica es enseñar a hacer, incluso mucho antes de ingresar a un empleo. Algo de esto ha hecho Stanford, pero con un paso adicional. Ahí profesores y alumnos comenzaron a formar empresa. De las más de setenta, conozco sólo una universidad que hace esto en el Perú. Las pruebas de valor son encontrar financiamiento barato a los alumnos para que manejen sus propias empresas, generen su autoempleo, aseguren el control de su futuro.
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Los jóvenes peruanos quieren vivir fuera del Perú. Y, cuando tienen recursos propios, lo hacen en su mayoría para estudiar o mejorar su educación. Una educación con calidad es la ilusión máxima de un joven. De manera que si queremos que se quedan en el país los ingenieros, informáticos, desarrolladores de software, físicos, matemáticos, biólogos; si buscamos que ese capital humano que importan los países industrializados para diseñar, estructurar, programar y ejecutar el plan de desarrollo del país de cara al año 2050, nosotros necesitamos de un gran centro de revolución informática como los hay en Seattle, Silicon Valley, Nueva York y Washington y tantos otros.
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Si ya sabemos qué hacer y cuándo hacer, la pregunta lógica es cómo hacer. A mi modo de ver, es necesaria una trilogía de elementos fundamentales. Fortalecer un centro de estudios especiales, desarrollar software con soluciones prácticas para la vida de los negocios y de las personas y promover dentro y fuera de los claustros universitarios las incubadoras o aceleradoras de negocios, talleres que les permite simular una negocio antes de ingresar a la vida real.
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Resulta peligroso ignorar que el hombre ya puede darle instrucciones a una máquina para hacer los pagos de servicios mientras se ocupa de otras actividades. Las maquinas empiezan a entender e imitar el raciocinio humano y la biotecnología –el mix de carne con metal- han logrado resultados sorprendentes en la medicina, ahora que se busca detener la vejez.
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Sin embargo, la universidad debe adaptarse a las nuevas circunstancias sin caer en la deshumanización y el abandono de los valores que es, precisamente, lo que da prestigio a un profesor universitario. Los formadores del futuro, los docentes, están llamados a forjar seres humanos y creativos lo cual pasa por una educación preñada de valores, insisto, metódica, creativa consistente y reflexiva, que no solamente enseñe a hacer cosas sino que ayude al crecimiento moral.
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Sólo así, creo yo, podemos asegurar el éxito de un estudiante que mañana ejerce una profesión dentro o fuera del país. Sale con el blindaje ético de buenos profesores, calidad de conocimiento y calidad de investigación. Dentro de esta óptica, la investigación nos hará más productivos.
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(*) Presidente de CENTRUM LABAN, Consultor en Desarrollo Estratégico y Profesor Universitario.

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