domingo, 7 de octubre de 2012

ALGO BUENO VA A PASAR


ALGO BUENO VA A PASAR

JESUS JIMENEZ LABAN

Está en las redes sociales, en los sátélites, viaja a la velocidad de la luz y puede aparecer en cualquier invento de la nanotecnología. Se ha globalizado, aparece y se pasea por las calles de Londres, Tokio, China, Nueva York, Frankfurt, Madrid, Los Angeles, Santiago de Chile...y en muchos sitios que grafican su mundialización.

¿Es es el Señor de los Milagros sólo del Perú? Comparto con quienes piensa que es el mejor regalo que Dios ha dado al Perú. Pero hábitos morados y mares humanos de fieles se ven ahora en todas partes.

En la vida, personal, familiar y social aparece su imagen. Esto no lo podemos negar ni cambiar. Es parte de la cultura más profunda del Peru.

Y es negro como el esclavo que lo pintó, como dice el novelista Wesley Scott Miyahira en su obra "Lord of Miracles". Envidia de los políticos -que ya quisieran tener tanta multitud de seguidores- como apunto alguna vez Ciro Alegría. No por gusto, como le diría José María Arguedas a lo que llamaba la gente comun, se forman aquí la fiesta del Señor de los Milagros y el Quyllur Rit'i

No importa cómo se defina. El Señor de los Milagros es el Señor de los Milagros. No tiene definición y para entenderlo hay que recibirlo en nuestros corazones con fe, creer sin ver.

Por supuesto, no tiene nada que ver con lo que hace una persona. Puede estar bailando en una disco, cruzando los mares en un crucero, jugando una partida de tenis o simplemente admirando la naturaleza en algún valle sagrado de los Incas.

No importan los ambientes donde estemos. Lo importante es captar su mensaje: "quiero verte" "dame el encuentro". Y cuando Dios quiere ese mensaje es superior a nuestras fuerzas.

¿Cuándo llega? Cuando la ciencia deja deshauciado a un paciente. Cuando el médico se equivoca y quiere que el tiempo retroceda. Cuando uno se asusta y pide piedad por el estrecimiento de un terremoto. Cuando un empresario da un mal paso y echa a la calle a miles de personas, pero luego se arrepiente. Cuando un profesor aplica mal un método y sus alumnos caminan extraviados o cuando un niño moribundo pide con voz inocente ¡sálvame!.

Por eso, el Señor de los Milagros, Patrón de la Nación, anima a miles de peruanos -creyentes y no creyentes, nacionales o extranjeros- a seguir el rumbo trazado por Él: amor, paz, reconciliación, unidad en un país tan fragmentado y tan polarizado como el nuestro.

Entiendo que no soy el más indicado para escribir esta reflexión, soy una de las ovejas descarriadas, pero lo hago con convicción, respetando el credo de los otros.

Pero en la tradición se dice con insistencia que este es el mes de los Milagros. Que se haga realidad, pues, la reconciliación de las familias a punto de romperse, que los gerentes reconsideren su decisión irrevocable de echar a la calle a un trabajador honesto y que el enfermo levante cabeza cuando todos preparan el entierro. Y que a los niños nunca les falte el pan de cada día.

Recibamos la voluntad de Dios como una iniciativa amorosa y pidamos que nos ilumine en los ambientes donde nos ha puesto.

Bendito seas por siempre Señor de los Milagros. 

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