UN PAIS ESTABLE Y PREDECIBLE EMPIEZA EN EL CONGRESO
JESUS JIMENEZ LABAN
Ningún país en el mundo merece un gobierno autócrata con un gobernante que busca tener el poder en un solo puño. Desde Montesquieu hasta el siglo XXI no se ha inventado nada mejor que la separación de poderes y el equilibrio del poder. De ahí que es bueno que el Congreso que ejerce funciones de representación, legislación y control supervigile los actos del Ejecutivo. Es el Parlamento, guiado por un reglamento, el que articula la acción política de un país y asegura su desarrollo cuando camina en la dirección correcta y sanciona leyes oportunas, justas y con sentido de urgencia y prospectiva.
De hecho, dicha separación es interdependencia entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, pero en la misma medida uno controla al otro en sus funciones propias de dar leyes, hacer que éstas se cumplan y administrar justicia. Siguiendo esta teoría del poder, una comisión del Congreso ha presentado el proyecto No 2262 para reformar el artículo 100 de la Constitución y garantizar la independencia del Ministerio Público y del Poder Judicial. Según los comentarios jurídicos respecto al tema, ocurre que los fiscales y jueces no pueden operar –denuncia y auto apertorio- más allá de los términos que pone en su acusación el Congreso tras un antejuicio político, que, según analistas, contradice el principio constitucional de separación de poderes consagrado por el artículo 43 de la Constitución.
Nadie sabe si este proyecto se llegará a aprobar, pero es una iniciativa importante que debería tener difusión para sensibilizar a la opinión pública.
Este tipo de proyectos necesita el Congreso porque profundiza la democracia y el estado de derecho. El país no necesita de amontonamiento de leyes sin sentido. Hace poco la asociación civil Reflexión Democrática por boca de su Director Ejecutivo, José Elice Navarro, revelo una cosa supremamente importante: de los 3000 proyectos de ley presentados en el Congreso (periodo 2006-2011), se aprobaron 150 leyes y de ellas sólo el 10 por ciento son de calidad, lo cual pone en evidencia la terrible falta de preparación de congresistas y cuadros de asesores sin patrones técnicos adecuados.
Por consiguiente, no es cuestión de presentar proyectos absurdos (reglamentar el uso de los símbolos patrios y prohibir la entonación de himnos extranjeros) o crear gastos innecesarios al fisco (contratando asesores que no están contemplados en el organigrama). El mismo experto Elice Navarro presenta un remedio, el Cuestionario Azul, para que los legisladores y sus equipos reflexionen antes de plantear cualquiera iniciativa.
Preguntas con sentido común como éstas - ¿Está usted seguro que se necesita esta ley? ¿La ha comparada con alguna similar extranjera? ¿Conoce los antecedentes?- pueden evitar más de un problema. Dicho de otro modo, resulta relevante poner atención en el antecedente, la coherencia y la experiencia internacional. Simple, pero no se hace.
El Congreso, que muchos imaginan tiene sus orígenes en el senado romano, presenta un antecedente claro en las asambleas (Curias Regis) de la Edad Media promovidas por el Rey y algunos notables para ver casos de sucesiones, contratos o negocios. El Parlamento no está para representar a grupos o estamentos de la sociedad –como en esa época- sino para ejercer una función constitucional de representar a toda la Nación, sostiene el constitucionalista Luis Castillo Córdova.
De manera que no se llega al Congreso luego de comprar votos de los electores con polos, víveres, artefactos electrónicos y ahora dinero, como se ha visto con algunos candidatos en provincias. Eso envilece el sistema electoral. Se quiere un nuevo perfil para el Congresista del periodo 2011-2016, con competencias y habilidades desarrolladas para hacer leyes responsables que realmente ayuden a la gente, tenga un impacto social sin generar gasto excesivo y se mantenga en el tiempo. Aquí nadie hace un seguimiento a las leyes. ¿Qué pasa después de ser promulgadas, publicadas y puestas en vigencia? No hay información sobre esto, pero es bueno que se sepa.
Un país democrático, respetuoso de las leyes, estable, predecible que posibiliten una vida digna y llena de oportunidades, empieza por el Congreso de la República.
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