EL CASO PANAMERICANA
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Jesus Jiménez Labán
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De manera sorpresiva, la sentencia de los jueces es dejada de lado para dar cabida a las decisiones del poder político. Esto es lo que ha ocurrido cuando el Poder Judicial en vías de ejecución del levantamiento de una medida cautelar se ha visto interferido por la sorpresiva decisión de la Autoridad Tributaria (Sunat) de colocar a un administrador tributario en la administración de Panamericana Televisión, señal emblemática de la radiodifusión en el Perú.
Para disimular una abierta intromisión en la línea editorial del medio se nombró a tres hombres de prestigio –un empresario, un minero y un periodista- como integrantes de un “grupo de notables” que, se supone, garantizaría la autonomía e independencia del canal cincuentón de la televisión peruana.
Para disimular una abierta intromisión en la línea editorial del medio se nombró a tres hombres de prestigio –un empresario, un minero y un periodista- como integrantes de un “grupo de notables” que, se supone, garantizaría la autonomía e independencia del canal cincuentón de la televisión peruana.
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La pregunta que se hace todo el mundo no es tanto lo que quieren los dueños de esta televisora cuanto lo que pretende hacer el gobierno de Alan García. ¿Quién está detrás de esta arremetida contra la prensa? Sea cual fuere la respuesta, parece que la premisa –ahora eventualmente descartada, a la luz del giro que ha dado el caso- hubiera sido convertir a Panamericana Televisión en la sucursal de un partido político en el poder y un nexo del canal del estado.
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La pregunta que se hace todo el mundo no es tanto lo que quieren los dueños de esta televisora cuanto lo que pretende hacer el gobierno de Alan García. ¿Quién está detrás de esta arremetida contra la prensa? Sea cual fuere la respuesta, parece que la premisa –ahora eventualmente descartada, a la luz del giro que ha dado el caso- hubiera sido convertir a Panamericana Televisión en la sucursal de un partido político en el poder y un nexo del canal del estado.
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Debido a una guerra despiadada derivada de la crisis publicitaria, la televisión peruana se ve atenazada por tres tipos de presiones. La autocensura, motivada por los espacios publicitarios que contrata el estado en la señal privada; las abrumadoras deudas tributarias que tienen los dueños de los medios; y ahora el garrote de la Sunat contra aquéllos que no se alinean a los intereses políticos del poder.
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La virtual estatización de un canal televisión privado ha tomado por sorpresa a todos, menos a los que han orquestado todo esto. Estatización a estas alturas es vista como un afán de “copamiento” del poder sobre los medios de prensa. De ahí hay solo un paso para abrir las puertas a la corrupción.
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Es la misma preocupación que tienen los dictadores o las dictaduras con careta de democracia. En el pasado, en México, el mismo Congreso de la República modificó la ley de telecomunicaciones para privar de espacios mediáticos a los partidos e impedir el avance de los candidatos presidenciables. Ahora, se ha visto en Ecuador cómo, tras el pretexto de manejos fraudulentos de banqueros, el poder interviene los medios de prensa, especialmente los electrónicos. Después de cortar la señal abierta a Radio Caracas Televisión, la cadena televisiva más emblemática de Venezuela, el poder persigue a los propietarios de medios, a los dirigentes políticos y deja a todo el país en la oscuridad de la información mediatizada.
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El cambio de escenario amenaza con la pretensión de cubrir todo el país con una voz monocorde, parcializada y con verdad incompleta. El acceso a la información es la base de la democracia. Esta sólo es conseguida por el ciudadano en un país donde prima el estado de derecho y el ejercicio pleno de las libertades, entre ellas la libertad de expresión.