Jesus Jimenez Laban
Después de leer a Michael Schudson en su obra ¿Por qué la democracia necesita una prensa antipática? me queda una pregunta: ¿conoce la gente todo lo que pasa alrededor de ella? No pare...ce. Entonces, ¿dónde están los medios de comunicación para que la gente tenga acceso a la verdad?
Después de leer a Michael Schudson en su obra ¿Por qué la democracia necesita una prensa antipática? me queda una pregunta: ¿conoce la gente todo lo que pasa alrededor de ella? No pare...ce. Entonces, ¿dónde están los medios de comunicación para que la gente tenga acceso a la verdad?
Desde que Walter Lippman en la década de los años 20 del siglo pasado dijo que la prensa no tiene capacidad de reformarse a sí misma, hay muchos hechos que han quedado en el aire.
Schudson, quien es doctor en sociología por la universidad de Harvard y tiene profundos estudios acerca de periodismo e historia, dice que los periodistas operan entre el entendimiento del mundo en base a fuentes que ellos contactan y el riesgo de ser manipulados por esas mismas fuentes. "La gente tiene derecho a elecciones competitivas e imparciales, el debido proceso, la protección de los derechos individuales, libertad de expresión, prensa, al derecho de peticion para pedir la renuncia al mal dirigente y a la asociación y la preservación de una cultura pluralista", sostiene el ilustre profesor.
Schudson critica que las corporaciones tengan en sus manos a los políticos y también a los medios. Aunque no da soluciones sobre qué hacer con la publicidad en los medios, sí defiende la idea de que los medios deben contar la verdad de los hechos. Y por ello mismo caer antipáticos pero esto es necesario para la transparencia de una democracia.
Es usual que los medios encuentren nuevos ángulos en las encuestas, en organizaciones no partidarias, procesos judiciales. Algunas veces en investigaciones de las propias agencias de gobierno que terminan en auditorías puestas en la agenda del Congreso y en la mesa del presidente. Su trabajo incluye destapar el despilfarro público, la mala gerencia, el fraude y algunas veces las actividades ilegales que generan escándalo con la consiguiente investigación en el parlamento.
El vacío de no contar -advierte Schudson- la verdad en algunos casos intenta ser cubierto por la blogosfera. Y es que los bloggers, los reporteros ciudadanos independientes, se han convertido -en muchos casos- en fuente de información de los periodistas convencionales. Y esto va en ascenso. Desde la irrupción de internet, nadie se atreve a hacer pronosticos en los medios.
¿Podía preverse acaso hace 20 años la aparición del blog, Facebook, Twitter, YouTube y otras redes sociales? No, definitivamente. Estos inventos vinieron de sorpresa y han cambiado el rostro del periodismo en todos sus extremos.
La democracia necesita de los periodistas, y particularmente requiere de una prensa antipática. Necesita, concluye Schudson, de hombres de prensa que enfrenten el poder y que el poder deje que esa irreverencia sea protegida por la ley. La democracia trabaja mejor si los periodistas tienen la garantía de discrepar más allá del poder, incluso de la comunidad misma y de las corporaciones.
Encontrar la verdad y decirla pone al reportero en un lugar de honor.