JESUS JIMENEZ LABAN
En este día solemne para la cristiandad, el Día de todos los Santos, conocidos y desconocidos, pone en el tapete el tema de la perfección humana.
Es también un día en que se toca temas vinculados a los hombres de paz, los pobres, los desconsolados, los hambrientos, los que tienen sed de justicia, los que perdonan, los transparentes, los limpios, los perseguidos, los calumniados.
Ciertamente, es una fecha muy importante. Y como hay libertad de credos, escribo esto con sumo respeto por los que creen y los que no creen.
En Perú es feriado nacional. Día en que las personas, asisten al templo, llevan flores a las tumbas de sus seres queridos, les llevan comida en las alturas andinas. En Bolivia, las ofrendas son panes y frutas, en tanto que en México las ofrendas son también comidas, bebidas, flores. En España, ade más de los rezos, los buñuelos y dulces para la fiesta. En Chile, es feriado nacional y en Colombia -por poner sólo unos ejemplos, los chicos van de casa en casa pidiendo alimentos para hacer el tradicional sancocho.
¡Quien podría ser santo en este mundo globalizado lleno de odio, carcomido por la injusticia y la asimetría y congelado en la desigualdad? Muy difícil, pero no imposible, dicen quienes dan testimonio de su fe.
Como esta reflexión no es para santos sino para imperfectos -como el que escribe- vale pues la oportunidad para detenernos en la mirada hacia el justo que busca justicia, hacia el perseguido que busca la paz, hacia el que nada tiene y que busca la misericordia o responsabilidad social como la llaman ahora.
Justicia, paz y misericordia son sueños inalcanzables para muchos, pero una forma de empezar, de algún modo, es dejar de ser egoístas, desprenderse de lo que uno tiene para compartir -nunca quitar- y esforzarnos por tener la mente limpia sin pensar mal en los demás, sin atacar al prójimo por suposiciones o por lo que nos han contado.
Cuando llegue ese día, habrá empezado a aparecer la luz de la esperanza en muchos hogares, comunidades y sociedades en este economía que está partida en dos, los que aun viven y sufren en tiempos muy antiguos y los que ha migrado hacia una economía de conocimiento, la vida digital, que se ve amenaza por los mismos problemas, defectos, taras, desviaciones del mundo anterior.
Entonces, quiérase o no, volvemos a la misma necesidad de siempre: que los actos de los gobernantes, de los jefes de Estado y de los gobernados se iluminen con la justicia y la paz al servicio del bien y tengan como centro a Dios como fuente de justicia, de unidad y de preferencia por el bien común.
Que florezcan en nuestras mentes las semillas de la paz con justicia será el mejor homenaje para nuestros muertos, nuestros seres queridos que están dormidos en la esperanza de la vida, la prosperidad y de la unidad, de volver a estar juntos...
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