La historia se repite
LO QUE LOS POLITICOS OLVIDAN POR SOBERBIA
JESUS JIMENEZ LABAN
Quien esté pensando en llegar a la Casa de Pizarro en las elecciones del 2011 o en ocupar un escaño en el Congreso del Perú, le conviene mirar más de cerca las recientes elecciones generales en Brasil. Como se sabe, Dilma Rousseff, la engreída de Luis Inacio Lula Da Silva, líder del oficialista Partido de los Trabajadores, no logró ganar en primera vuelta, pese a los desvelos de su padrino político. Pasa a la segunda, donde el carga montón es una posibilidad grande.
Quizás, lo interesante aquí no sea la candidata en sí ni sus opositores José Serra, (Partido de la Socialdemocracia brasileña), y Marina Silva, (Partido Verde), que podrían alzarse con el poder en poco tiempo. Se trata de abrir los ojos a las tendencias que por soberbia y autocomplacencia, los políticos tienden a olvidar.
Como lo ilustra Lula con su potente 80 por ciento de popularidad, no funciona el endoso político. Los lectores no votan para cubrir los dictados de su líder sino por una opción diferente. Siendo así, el ciudadano otorga la victoria al candidato que marca la diferencia, al disidente o al que tiende un lazo afectivo entre aquél y su familia, su barrio, su comunidad, su esperanza, su futuro y su presente…o sus necesidades primarias, vida, libertad, seguridad, propiedad.
Siguiendo al referente brasilero, queda claro que los votos no van a los continuistas, a los ilusos o los que ofrecen más de lo mismo. Por eso, como ha pasado en la política peruana, el que gana en primera vuelta, pierde en la segunda. Y es que el país tiene muchos partidos –incontables vientres de alquiler- que hacen más difícil la agonía del perdedor que se ilusiona porque va primero.
Claro, no soy quien para decir que vayan poniendo las barbas en remojo los punteros. Sin embargo, parece un hecho que las alianzas no funcionan, los continuistas se quedan atascados en su intento y el que va primero y en primera, corre el riesgo que se le ahogue el motor.
Las denuncias de corrupción en su entorno empañaron las últimas elecciones presidenciales de Lula, algo que se ha repetido con Dilma. Y esto no es para reír porque la favorita de alguien que exhibe una tremenda aprobación popular, corre el riesgo de ser convertida en una piñata política en segunda vuelta. Parece cierto que las denuncias de corrupción son letales en la recta final, sobre todo cuando éstas no son levantadas o se guarda silencio.
Lula no se lleva bien con los medios de comunicación, según varias opiniones, de manera que quien ignore el poder mediático debe reescribir sus lineamientos políticos. Y no lo digo porque la prensa sea un súper poder sino por la trascendencia que tienen como medios de la opinión pública y no de otro poder extraño. Los medios de comunicación no necesariamente deciden el voto de los electores, pero sí pueden ser determinantes si en el ejercicio de la libertad de expresión hacen destapes –con origen lícito sin ser ventrílocuos sin proponérselo de intereses oscuros- en alianza con la transparencia y la verdad democráticas.
En Brasil se acaba de elegir a un payazo para ocupar un sitio en el Congreso. Los analistas políticos ha pedido la impugnación de ese candidato, algo a lo que ha opuesto el tribunal electoral. Y es que el público tiene, a veces, válvulas de escape ante tanta frustración y desconcierto en política. Porque puede elegir por ignorancia a un candidato simpático fuera de peligro o por enojo –lo cual es peor- a un monstruo…
El voto de los peruanos no debe ser emocional sino racional. Eso es lo ideal aunque en la práctica se dé otra realidad. Habrá que ver.
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