Jesus Jimenez Laban
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Dentro de cinco o diez años serán los robots los que se encarguen de las tareas domesticas –limpieza, cocina, y pago de servicios públicos- y de las tareas de oficina, mientras que la radio, computadora la televisión, el celular, el Ipod, todo estará contenido en un chip (nanotecnología) que se injertará dentro de los tejidos humanos, nervios y circulación conectados al cerebro. El hombre, siguiendo la predicción de Nicholas Negroponte, se habrá convertido en un “Being Digital”, un ser digital.
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Pero, ¿cómo asimilará la democracia en el Perú y el mundo estas nuevas tendencias? Una expresión clara y auténtica del avance portentoso de la sociedad de la información es, sin duda, las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América (EUA). Todo el mundo ha visto a una reportera en Chicago haciendo su enlace vía holograma con su base de la CNN en Atlanta, varios astronautas votando desde una cabina en el espacio, portales de video siendo usadas con medios de eventuales denuncias de fraude electoral y candidatos que captaron su financiamiento vía on line.
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Pero, ¿cómo asimilará la democracia en el Perú y el mundo estas nuevas tendencias? Una expresión clara y auténtica del avance portentoso de la sociedad de la información es, sin duda, las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América (EUA). Todo el mundo ha visto a una reportera en Chicago haciendo su enlace vía holograma con su base de la CNN en Atlanta, varios astronautas votando desde una cabina en el espacio, portales de video siendo usadas con medios de eventuales denuncias de fraude electoral y candidatos que captaron su financiamiento vía on line.
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Todo esto es sin duda la tele democracia en acción y la cyberdemocracia en vivo, formatos de televisión que tienen más impacto que la televisión en blanco y negocio a mediados del siglo XX. De este modo, la televisión se ha vuelto más testimonial, más personalizada y más receptiva para que el público decida qué es lo que quiere ver, escribir o ir y no lo que impone el gatekeeper.
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Si hay alguna que falla en las democracias es la escasa participación política de los ciudadanos en las decisiones de los gobiernos elegidos por ellos. La idea es convertir a las tecnologías de información en soporte del sistema político democrático que refleje la voluntad popular. ¿Pueden las computadoras y redes operan como sostén de la democracia como lo visualizo Martin Hagen (1977)?
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La gente siente que está más distanciada o divorciada de las decisiones del poder político. Esto explica –al decir de Ted Becker, Christopher Arteton- la apatía de la ciudadanía por el sistema tradicional. Los gobernados quieren estar más cerca de sus gobernantes y encuentran en la tele democracia –el uso del cable TV y de las telecomunicaciones- una forma de acercarse a sus gobernantes no sólo en las campañas políticas, según gurúes de la talla de Toefler y Naisbitt.
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Hay quienes dicen -como Benjamín Barber- que lo que quiere el pueblo es democracia directa, democracia fuerte para satisfacer la demanda de los ciudadanos. Se trata de recuperar para el pueblo el poder perdido. El primero en promover encuentros en campañas políticas de televisión fue Ross Perot, seguido después por el dos veces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
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La democracia electrónica –siguiendo a Martin Hagen- es el reflejo de la evolución de las redes de cómputo. Más poderosa que el cable y es totalmente interactiva, especialmente en las comunidades virtuales. Es el predominio de la información sobre los bienes materiales como recurso capital del siglo XXI, característico de la sociedad del conocimiento. La tecnología, como afirma Rheingold, que está al alcance del ciudadano de a pie, cuesta menos y tiene impacto en la política, la producción y el comercio.
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El hecho que un ciudadano de a pie tenga acceso a una computadora y a la red –lo cual lo convierte en tele demócratas o cyberdemocrata-, rompe el monopolio jerárquico en mano de políticos que tienen dominio en los medios de comunicación. Es obvio que sectores conservadores se preocupen ante el avance de comunidades virtuales y no virtuales como base de contrarrestar formas centralizadas de gobierno.
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Es el Estado el llamado a hacer su aporte y la empresa privada a coadyuvar en ese esfuerzo para que funciones una democracia basada en internet y tecnologías de información. Somos una democracia que no dialoga, no conversa, no escucha ni se hace escuchar. Debemos promover la actitud de escuchar y que nos escuchen. Esto se puede ganar con los nuevos espacios electrónicos de teledemocracia y cyberdemocracia.
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