domingo, 2 de septiembre de 2007

CAJAMARCA EN BUSCA DE LA REPETICION DE SU HISTORIA

CAJAMARCA, LA TIERRA DEL HIELO
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A veces lo que uno ha estudiado en el colegio o en la universidad resulta como una pincelada cuando uno comprueba en el lugar de los hechos cada detalle de la historia. Nunca olvidaré haber estado en el histórico Cuarto de Rescate, en el que todavía existe la señal roja, hasta donde llegó la altura del brazo del mismo Atahualpa, para llenar una sala de oro y otras dos de plata como precio de su liberación como el último Inca.
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Los españoles, que en Noviembre de 1532 ingresaron a la Plaza Mayor, conquistaron sin resistencia el poder del Tawantinsuyo no por inercia del Ejercito del Inca, sino porque éste se encontraba desarmado. Sea mito, leyenda o historia, lo cierto es que llaman la atención las características físicas del Inca -hombre de talla mediana, ojos rojizos, robusto, apuesto, impávido y ponderado- que nunca caminaba ni se sentaba en sillas de piedra sino era trasladado por sus súbditos en literas y sillas de oro.
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De manera tal que cuando hablamos del ultimo Inca nos estamos refiriendo a un hombre joven, saludable y con conocimientos de la estrategia y táctica, además de don de mando universal y con profundo sentido de los planes de contingencia. Como todos sabemos, los españoles no cumplieron su palabra de poner en libertad al Inca -a pesar de todo el oro del mundo- porque el hecho que su puesta el libertad representaba un riesgo para los conquistadores. Se optó, entonces, por la horca como una salida más práctica a la situación de crisis política que reinaba en la época.
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Por boca de los cronistas del Instituto Nacional de Cultura, que reciben a los turistas en las puertas del Cuarto de Rescate en pleno centro de Cajamarca, los restos de Atahualpa -luego de la horca- nunca fue hallado físicamente. Se cree que su cuerpo fue escondido y llevado a las alturas de Piura, pero -segun los mismos cronistas- sus vestimentas fueron incineradas, cuyo humo se elevó legendariamente a las alturas en homenaje a los dioses del Incario.
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Deciamos que descabezado el Imperio con la muerte del Inca, Rumiñahui, uno de los generales del Inca, dio la orden de la destrucción total de la ciudad de Cajamarca, de manera tal que los edificios que vemos hoy dia es la reconstrucción sobre los escombros de una ciudad que dejó en un caos sus piedras volcánicas, las mismas que sirvieron para levantar los monumentos de la Conquista, entre ellos los templos, el ayuntamiento y otras oficinas de la administración.
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Esta es una parte de la historia que los peruanos -no se por que razón- no conocemos en detalle de este pueblo que se formo sobre los principios -no seas ladron, no seas mentiroso y no seas ocioso-, la actividad productiva, debido a que las mujeres estuvieron dedicadas al cuidado de los hijos y la textilería, en tanto que los hombres a orfebrería, la escultura, la ingeniería, la medicina, la caza y la pesca. Es un pueblo, que durante la la Colonia no dejo entrar a los descendientes del Imperio, siendo un bastión de las inmigraciones españolas, portuguesas, italianas y alemanas, por espacio de varios siglos.
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Sin embargo, con el paso del tiempo, Cajamarca se ha hecho de un nombre a nivel mundial por su agricultura desde sus inicios, por su ganadería desde los años 30 del siglo XX y por su minería, desde comienzos de los 90 de la misma centuria. A los ojos de los turistas siempre estará presente en cada piedra de su historia un pasado telúrico porque Dios quiso que sus macizas cumbres que albergan su valle fueran hechas después de un cataclismo ígneo que dio nacimiento a la Cordillera de los Andes, de donde procede esta aguerrida, creativa y cordial gente que pelea hoy por la repetición de su historia incaica, su despegue humano, social y económico. ¡Viva Cajamarca!

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