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Todo se sabe en esta vida, más aun en las campañas presidenciales en las que espulga minuciosamente a los candidatos de ahora y del futuro. Todo estaba aparentemente perfecto en la campaña del virtual candidato presidencial republicano John Mc Cain, pero habría un conflicto de intereses por las acciones que supuestamente tiene su esposa Cindy en la cervecera Aneheuser-Busch, que se proyecta sea vendida a la belga Inbev con negocios en Cuba.
Todo se sabe en esta vida, más aun en las campañas presidenciales en las que espulga minuciosamente a los candidatos de ahora y del futuro. Todo estaba aparentemente perfecto en la campaña del virtual candidato presidencial republicano John Mc Cain, pero habría un conflicto de intereses por las acciones que supuestamente tiene su esposa Cindy en la cervecera Aneheuser-Busch, que se proyecta sea vendida a la belga Inbev con negocios en Cuba.
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El tema en cuestión es que Inbev fabrica y vender varias de sus marcas de cerveza en Cuba y hasta las exporta, lo que violaría las leyes de embargo comercial de Estados Unidos a la isla (Ley Helms Burton). Mientras Mc Cain calla –porque este incidente puede afectar los votos cubano americanos- se espera que la accionista, propietaria de tal distribuidora, diga si se retira o no de la sociedad.
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Entretanto, un comunicado de Ambev sostiene que los negocios de la cervecera en Cuba no afecta la legislación estadounidense.
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Este enredo parece sencillo de desanudar, pero no lo es tanto. Mc Cain está entrampado por las relaciones que la distribuidora de su esposa, Hensley and Co., tiene con esta cervecera Inbev. Si se produce la fusión del símbolo nacional Aneheuser-Busch (algo así como la Inka Kola de acá) con Inbev por 52.000 millones de dólares, la esposa de Mc Cain ganaría 2 millones de dólares. El problema surge cuando se descubre que Cristal una de las marcas que forman parte de las propiedades de Inbev corresponde a una familia expropiada por Casto y exiliada en Estados Unidos.
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Ese el corazón del asunto, vale decir, que la señora Cindy, esposa de un candidato presidencial tenga relaciones comerciales con una empresa que no respeta una propiedad confiscada por la dictadura y que no oye los reclamos de sus legítimos propietarios, la familia Blanco Herrera. Es decir, una simple operación de fusión entre dos grandes compañías ha desatado este pleito que no ocurriría en ningún otro país que no fuera Cuba. Vale recordar que está vigente la Ley Helms Burton que castiga las inversiones estadounidenses que hagan negocios con empresas que operan sobre propiedades de exiliados cubanos.
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Inbev tiene varios argumentos de defensa bajo la manga. Es decir, alega que su entendimiento con Cuba es desde Europa. Que no viola la legislación europea ni la internacional. Tampoco la legislación estadounidense.
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La crítica central, según analistas estadounidenses, es que la familia Mc Cain hace negocios con una empresa aliada con otra confiscada por Castro en territorio cubano, cosa que ha disgustado a los legisladores del propio partido republicano, la cantera de Mc Cain que es cerrrado defensor de la Ley Helms Burton.