TODOS JUNTOS
Jesus Jimenez Laban
En la vida de un país próspero se tiene que respetar las instituciones. A más respeto y cercanía con el ciudadano, más institucionalidad. Una cosa son las desviaciones en la que caen las personas y otra la imagen y reputación de esas instituciones. El alma de una institución es la moral en alto que mantienen sus miembros. Cuando se pierde la credibilidad en ellas, todo el país pierde.
Tras el secuestro masivo de trabajadores del Consorcio y la liberación o rescate de los rehenes, se ha desatado una oleada de temas. Chalecos, cuestionamiento de estrategias, reportajes extensos que ha incomodado a uniformados. Y todo el mundo habla escribe, dice cosas.
Puede que haya razon en cada uno de estos temas, pero no parece prudente volvese caja de resonancia de un enemigo que busca, precisamente, notoriedad en el mundo y dar la impresión que es un aparato enorme que camina por la selva. La propaganda y la publicidad tienden a agrandar las cosas en las que la gente cree por un factor sicológico más que por una realidad concreta. Es la mente de las personas -y no la realidad- la que hacen agrandar las cosas si hay un plan perverso.
El tema de fondo es la derrota del enemigo y mantener la moral alta en una acción combinada de civiles, militares y policías. Nadie es perfecto y en la guerra se cometen errores, es cierto, que se pagan caro. No cabe la impunidad en tribunales que descansan en una democracia.
No me corresponde juzgar ni criticar el comportamiento de la prensa. No soy quien para decir más cosas. Pero siempre recuerdo dos indicaciones precisas del Director de Noticias, cuando trabajaba en la televisión y recorría la selva en aviones y helicopteros artillados: no ser temerarios, nadie quiere héroes en una cobertura periodistica. Y no poner el micrófono a un delincuente, lo que quiere decir, nunca glorificar el delito.
En la guerra contra el narcoterrorismo es importante mostrarse como una sociedad unida por encima de las banderías políticas. Neutralidad e imparcialidad sin reunciar al ejercicio de la libertad de expresión, columna vertebral de una democracia. Pueden caer algunos en defensa de la democracia, pero el comando nunca muere.
La libertad siempre sale adelante El mandato supremo es amar y honrar al Perú (lo dice la propia Constitución) , sacarlo adelante y poner todos el hombro por fortalecer la democracia, hacer retroceder al enemigo del sistema democrático y profundizar el respeto de los dererechos humanos, la dignidad de las personas como fin supremo de la sociedad.
Me someto con humildad al duro escrutinio y a las críticas -incuyendo las ácidas- de las personas a quienes no llegue bien este mensaje, pero es mejor expresar lo que se piensa y lo que se siente pensando en un futuro con paz, progreso y esperanza en democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario