ESTADOS UNIDOS Y SUS RELACIONES CON AMERICA EN LA HISTORIA
Jesus Jimenez Laban
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Jesus Jimenez Laban
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A mi modo de ver, Estados Unidos de América es un país de inmigrantes. Es un país donde las leyes mandan y los hombres obedecen respetando como bienes jurídicos fundamentales la vida, la libertad, la propiedad y la seguridad. Estados Unidos es una potencia cuya enorme fuerza se debe a cohesión política, su profunda identidad nacional, el fortalecimiento de la industria hacia afuera y la investigación científica y tecnológica. Algunos datos que dan fe de ello son los primeros holandeses en Nueva York, los franceses en Lousiana, los españoles en Florida, los ingleses en la costa atlántica y muchos italianos, alemanes e irlandeses en California por la fiebre del oro de mediados del siglo XIX.
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Y no sólo eso, vemos su sistema bipartidista en el que tienen cabida dos partidos, los republicanos y los demócratas, vistos como expresión de madurez y estabilidad en una democracia sin que esto prive del derecho de participar en política a otros independientes como el caso emblemático de Ross Perot, político y empresario estadounidense que fundó el Partido de la Reforma de los Estados Unidos. Desde los campos de algodón al sur del país de mediados del siglo XIX y su enorme oferta exportable hasta la conquista del espacio y el hallazgo de agua en la Luna, la combinación de la genética e internet, se puede decir que es un país de emprendedores que vinieron de afuera para hacer su propio hábitat en territorio americano y es que es una nación llena de curiosidad, ansiosa de aprender más cada día en sus múltiples facetas de su geografía, economía, cultura, idiomas, religión, gastronomía, arquitectura y deportes.
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Tras las colonizaciones, las compras de tierras a franceses, rusos, mexicanos, españoles e ingleses y la emancipación de la corona inglesa, los destinos de la nueva nación estuvieron en manos de políticos con visión de estadistas, entre ellos George Washington, Thomas Jefferson, James Madison, Benjamín Franklin, entre otros. Casi junto con la Declaración de la Independencia el 4 de Julio de 1776, vino la Constitución de los Estados Unidos de América, carta política que fue adoptada en 1787 en la Convención de Filadelfia, Pensilvania. Al presente, con más de 230 años, se le considera la constitución nacional más antigua del mundo que ha recibido influencia del francés Montesquieu, del romano Polibio y de la Carta Magna anglosajona que consagra el debido proceso. Sin ser reemplazada por otra, ha tenido 10 las enmiendas que refrescan su vigencia y la jurisprudencia que sienta la Corte Suprema, la cabeza del poder judicial de Estados Unidos, cuyos fallos tienen capacidad de derogar leyes. Dicho de otro modo, desde su formación como nación, hubo un acuerdo nacional para que la estabilidad jurídica sea el cimiento del desarrollo político económico y social a lo largo generaciones enteras.
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Su tendencia a la anexión de territorios a medida que iba creciendo su geografía, explican la extensión de sus dominios y la ejecución de su política exterior. Cito como ejemplos la doctrina Monroe y su slogan “América para los Americanos”, vale decir, tolerancia “0” para la intromisión de potencias europeas en América, así como la anexión de Alaska (Rusia), Nuevo México (la mitad de México actual), Florida, Filipinas, Puerto Rico, Samoa, Hawái etc. Por supuesto, no hay país en el que se haya producido más desavenencias de opiniones y críticas ácidas a sus expansión que Estados Unidos, pero el respeto por la constitucionalidad de las instituciones le ha dado estabilidad al país.
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Aunque sea criticado por su influencia política, cultural y económica a escala global y su espíritu de expansionismo histórico conocido peyorativamente como imperialismo, lo cierto es que la estabilidad política y constitucional fueron los grandes soportes para el paso por sus fases de la Revolución industrial, el capital y la necesidad de mercados extranjeros. Mirar siempre afuera para el futuro, representó el surgimiento de una nueva potencia mundial, cuya influencia se sintió en la I Guerra Mundial, periodo que constituye la línea divisoria entre la política del garrote (big steak) de Theodore Roosevelt y la política de zanahoria (del buen vecino) de Franklin Delano Roosevelt, con claro acento socialista en su gobierno, fomento el gasto, la obra pública, modernizo el país y puso énfasis en la seguridad social, medidas que encontraron eco en su programa “New Deal” tras la debacle financiera del crash bursátil de 1929.
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Su influencia fue determinante en la II Guerra Mundial junto con sus aliados Gran Bretaña, Francia y Rusia frente a Alemania, Italia y Japón. aunque ésta dividiera el mundo dando lugar a la Guerra Fría. De igual modo, tuvo una gran influencia en la implementación del periodo de reconstrucción a través de sus programa Plan Marshall, ayuda económica de EUA hacia Europa y Alianza para el Progreso, ayuda financiera para la región por 20.000 millones de dólares para contrarrestar la influencia de la revolución cubana en América Latina.
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En la actualidad, Estados Unidos no tiene las guerras de Corea ni de Vietnam de las décadas 50 y 60 ni ideologías en pugna en la región. Pero sí tiene nuevos adversarios tales como el terrorismo, uso sistemático del terror y coacción de la sociedad que se combate a escala mundial, especialmente después de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en el World Trade Center y el narcotráfico, industria ilegal mundial que opera en mercados de droga subterráneos, que aumenta, según la ONU, sus áreas de cultivo de coca, insumo de la cocaína, materia prima que abunda en Colombia, Peru y Bolivia.
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Parece que América Latina ha dejado de ser lo que en otros tiempos se llamaba el patio trasero de Estados Unidos. El país del norte ha perfeccionado los instrumentos jurídicos para crear condiciones de más empleo, progreso económico y romper la dependencia de la drogas y reducir la pobreza, caldo de cultivo del terrorismo. De los acuerdos ATPDEA –incentivo de 0 aranceles por la lucha contra el narcotráfico- ha pasado a los Tratados de Libre Comercio, acuerdos de promoción comercial con que se benefician Chile, Peru, México, países locomotora que arrastran al flujo comercial a sus vecinos para hacer volumen y penetrar grandes mercados, siempre y cuando se preserve la seguridad y la paz en el continente, ahora amenazada por brotes de militarismo, excesivo armamentismo y compras peligrosas de armas que podrían romper el equilibrio bélico existente en la región.