LA MORDAZA INVISIBLE
JESUS JIMENEZ LABAN
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JESUS JIMENEZ LABAN
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El control de la libertad de expresión, de la libertad de opinión y del pensamiento viene a ser la censura, vale decir, el ejercicio por parte directa o indirecta de un grupo, alguna organización o el mismo Estado para tener el control total.
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Puede haber censura en monopolios mediáticos, una sola organización tiene en una sola mano todo el poder. Ningún medio de prensa en una democracia tiene por qué someterse a una evaluación, prohibición o clasificación de sus noticias porque ello sería incurrir en la censura previa prohibida por la mayoría de constituciones en el mundo.
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La censura no deja informar, expresar, opinar las cosas que ocurren en la realidad –dentro y fuera del país- porque hay detrás del poder un interés de que se mantengan ocultas. Esta extiende sus tentáculos al puesto al que postula el censurado si es empleado; el ascenso que busca si es jefe o el aumento que merece si es gerente.
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Es la más cobarde expresión del orgullo del poder. Es el gobernante que descarga toda su omnipotencia sobre la pluma de escritor, periodista o intelectual. Quienes se dejan llevar por el orgullo del poder son, por lo general, dictadores o bandidos disfrazados de demócratas probos que para ocultar sus fechorías silencian todo aquello que hace ruido como eco de sus actos retorcidos. De este modo, para vivir una vida tranquila, quienes escriben, muestran imágenes o anuncian hechos deben hacerlo con halago y dulzura al poder y bondad equivocada porque tapa lo que hay que destapar en la olla de la corrupción. Es el precio de seguir vivo en un medio de prensa, pero no todos dicen “sí señor”.
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Cuando esto ocurre, los periodistas, algunas veces, se les desprestigia, se les ningunea y se les fabrica la imagen de gente negativa. Este es el perfil estrecho, cerrado y cacaseno que calza en la visión de un corrupto gobernante. Por eso, el periodista, que no encuentra empleo, al que se le cierran todas las puertas, que es tronchado profesionalmente y usado como escarmiento sobre los demás, vive sin estabilidad y sin tranquilidad. Unos resisten en la soledad del destierro, otros se debaten entre el desempleo y el cierrapuertas y no pocos mueren sin ver el fin del dictador.
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Malos ejemplos de esta situación fueron ayer la Alemania de Hitler, la Unión Soviética de Stalin y la Italia de Mussolini. Ejemplos cercanos, cuya desenlace se desconoce, son Venezuela, Cuba y China.
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Cuando la fiesta está en paz entre periodistas y gobernantes, hay que restaurar la libertad de expresión, aun cuando se cierne el peligro de una deportación, más allá de las fronteras vecinas. El pueblo es el foco del periodista. El periodista es la voz del pueblo. Cuando el pueblo busca luz de la verdad, la prensa enciende el foco. Es el canal por excelencia de la transparencia y la garantía de la decencia. El periodista, aunque incomprendido por el poder, esta siempre alerta a las malas obras del enemigo del país, lo que deviene en contra de la ley, de los intereses y la seguridad de la nación y va contra el bien de todos.
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Jorge Basadre identificó a tres tipos que paralizan el país: los podridos, los que huelen mal por corrupción, los incendiarios, los que dividen y enfrentan a peruano contra peruano y los congelados, los que dan las espaldas a la innovación y el progreso del país y lo estancan en el atraso y la pobreza. Es contra ellos –los enemigos del orden de ayer y de hoy- que el periodista debe agudizar su talento y afinar su pluma. Las ideas de libertad de expresión son más poderosas que la oscuridad de un silencio cómplice.