Detrás del mostrador:
JESUS JIMENEZ LABAN
Sin duda, quien inventó la democracia fue un genio. Y es que logró algo dificilísimo: que la voluntad de un ciudadano se respete y se tenga en cuenta. ..De lejos, podemos hablar con facilidad de instalación de mesas de sufragio, de atrasos y hasta impugnaciones. De cerca, el problema puede resultar difícil si uno no tiene nervios de acero.
Como presidente de mesa en el colegio Santa Rita del distrito de Miraflores, me tocó esta vez estar “detrás del mostrador”. Las anteriores estuve en las grandes coberturas de Panamericana Televisión. La autoridad electoral nos había notificado para estar en el lugar de votación a las 7.30 en punto, de manera que el proceso electoral comenzara de manera indefectible a las 08.00 horas. Pero, ¡oh sorpresa! Llego la hora. ¡Ni titulares ni suplentes, con excepción de un suplente y la mía!
Fueron dos adultos mayores los primeros en acercarse a la mesa aun no instalada. En pocos minutos se formó una cola, así que de entre los asistentes pedí con educación aunque sin éxito integrar la mesa para cumplir con la ley. Como pasaba el tiempo y los electores eludían su responsabilidad, no me quedo otro camino que retener a un ciudadano su DNI y con auxilio de 2 centinelas del ejército, pedirle me acompañara a la mesa, facultad que me brinda la propia ley.
El elegido, que expresaba su malestar por tener la familia enferma, haber dejado el motor encendido de su auto y tener que viajar, había sido sorteado en 7 procesos electorales, de manera que lo convertí en un gran aliado para suplir mi conocimiento teórico en temas electorales por ser miembro de mesa por primera vez. Este ciudadano se allanó a la ley.
Ahora repuesta la calma y con los tres titulares completos procedí a instalar la mesa dividiendo el proceso en el llenado y la firma de actas de instalación, de sufragio y de escrutinio, habilitando las ánforas (cedula distrital-provincias y referéndum), abriendo las bolsas con material electoral y útiles y muchos otros pasos contemplados en la capacitación y en las instrucciones previas.
Rápidamente –aquí cada uno inventa su método- delegué funciones. Uno se encargó de la entrega de cedulas (alcaldes y referéndum), sellos, mientras el otro tenía a su cargo la lista de electores y contrastación de DNI. En tanto, el que suscribe este testimonio verificaba la identidad para evitar suplantaciones y fraudes manteniendo a distancia a los personeros que todo el día estuvieron estirando el cuello. Los personeros no tienen nada que hacer cerca de las ánforas, excepto en el momento del escrutinio o eventuales impugnaciones que requiere trámites en formatos especiales. Así que entendieron mis reglas de juego que eran las de la ley. Al final no hubo ni impugnaciones ni observaciones, tal como se consignó en los borradores y en las actas finales.
Como mucha gente deja todo a última hora, las cosas se complicaron a golpe de 3.30 pm. Así que agilice los procesos de 3 minutos a 1.20 por votante, dando preferencia a las madres gestantes, madres con niños, ancianos y discapacitados.
El proceso electoral termino a las 4 p.m. No hubo prórroga. Encerrados y prisioneros (literalmente hablando), vinieron las horas más difíciles, a mi modo de ver, el escrutinio, que no es un simple conteo de cedulas de sufragio sino toda una práctica procesal compleja (más allá de los votos nulos en blanco, formularios, firmas en actas en muchas copias y balance listas de electores, número de votantes y ausentes) que hace más difícil y tensa con la presión del tiempo de los fiscales electorales.
Con todo, un buen ejercicio democrático. Me encantó ver cómo muchos padres entrenan cívicamente a sus hijos en el ejercicio del voto, pero también me impactó escuchar en la mesa tantas excusas de damas y caballeros para no hundir el dedo hasta cutícula en el frasco de tinta indeleble: tengo que pintarme las uñas, tengo hongos, uso lentes de contacto…
En fin, como dijo el político inglés, con todos sus defectos, la democracia es lo mejor que se ha inventado hasta ahora. ¡Amo la democracia!
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