¿COMO ESTA LA UNIVERSIDAD EN EL PERU?
JESUS JIMENEZ LABAN
Muchas veces hay hechos que pasan en el Perú que ignoramos todos por falta de información y de comunicación, a pesar de su relevancia e importancia. Hay quienes señalan que la televisión no muestra lo que la gente comenta, aunque se muestran más generosos con la prensa escrita en su función de profundizar el análisis de los hechos y la radio, de anunciarlos.
La reciente presentación en el Congreso de la República de un proyecto de ley que modifica la Ley 23733 es una iniciativa trascendente por sus consecuencias jurídicas y estudiantiles, pero se presentó a última hora, faltando pocas horas para el cierre de la última legislatura ordinaria. Está relacionado dicho proyecto a la forma de elegir a las nuevas autoridades universitarias –asunto que requiere de un mayor y profundo análisis- un tema que, ciertamente, involucra a más de medio millón de estudiantes universitarios.
En cierto modo, dicho proyecto –que introduce la figura de un estudiante, un voto- es la ratificación de la tendencia histórica. Y es que a la luz de la historia, la universidad peruana ha sido objeto de legislación contradictoria y de espaldas a las reales necesidades del país. Cada gobierno siempre se ha inclinado a crear su propia ley universitaria, aunque sin los resultados buscados. Como nos lo recuerda el maestro universitario Iván Rodriguez, presidente de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), la salida más cómoda para “solucionar” los problemas del sistema ha sido declarar en emergencia a la universidad y nombrar una comisión reorganizadora, remedio que siempre ha resultado peor que la enfermedad.
Haciendo historia, vale recordar que la universidad mantuvo el régimen colonial de la universidad aun cuando se instauró la República. El siglo XIX estuvo plagado de reglamentos, estatutos y códigos de instrucción pública (Castilla, Echenique, Pardo, Cáceres, Iglesias), en tanto que la universidad el siglo XX fue más convulsa en el oncenio de Leguía, perseguida por Sánchez Cerro y marcada por la legislación contradictoria durante los gobiernos de Benavides, Prado, Bustamante, Belaunde y la Dictadura Militar de los años 70.
Sin embargo, el co-gobierno y la autonomía universitaria data de la década de los años 60, período que explica en muchos aspectos lo que está pasando ahora en el Perú debido a las transformaciones que se dieron en el interior del país y en el concierto internacional. De manera que tales principios –co gobierno y autonomía- se elevaron a la categoría constitucional en la Constitución de 1979 -que se mantiene hasta ahora con la del 1993-, de lo cual hizo eco la ley 23733 que data de la segunda Administración de Fernando Belaunde Terry, siguiendo el repaso histórico hecho por el doctor Rodriguez en su reciente obra “Designación de las Autoridades Universitarias a través de las Leyes”.
La universidad –nos ilustra el doctor Marcial Rubio Correa, reconocido constitucionalista y Rector de la Pontificia Universidad Católica del Peru PUCP- es una de las pocas instituciones en que ha sobrevivido a 1000 años de historia en el mundo. Recuerda que a diferencia de ahora, en la antigüedad era la sociedad las que se agrupaba para contratar a los maestros (lo que encontró a reyes buenos en la espada pero malos en educación). De hecho, la universidad es formación, innovación y compromiso con el país. Tales son los fines que la ennoblecen. Por eso, el doctor Marcial Rubio Correa cree que los Estados no pueden prescindir de las universidades.
Y es que –como apunta el doctor Roberto Mejía Alarcón, Presidente de la Asociación Nacional de Periodistas- la universidad permite ser, crecer y tener éxito. No cabe, pues, duda de su trascendencia e importancia en el futuro de los jóvenes, la vida y prosperidad de un país, sobre todo cuando con el paso del tiempo, la universidad se innova, moderniza y transforma para cumplir con sus fines constitucionales. No de otro –recuerda otra vez Iván Rodriguez- los ingenieros y arquitectos habrían pasado de la regla T o regla de cálculo al AutoCAD, programa informático que no solo ayuda a hacer el diseño sino a visualizar la construcción en perspectiva.
Como se ha dicho, la universidad era, en cierto modo, criticada porque no había producido nunca un premio Nobel. Pues bien, ese panorama cambia con la premiación con el premio Nobel de Literatura del laureado escritor Mario Vargas Llosa, ex alumno de San Marcos, lo cual hay que capitalizar.
En fin, la universidad tiene el reto enorme de formar a las nuevas generaciones en función de la globalización a partir de internet y las tecnologías de información y comunicación, motores del proceso de innovación en el país para generar competitividad y compromiso de los alumnos para coadyuvar con su aportación intelectual y creativa a resolver los problemas del Perú. Sin educación superior, no hay futuro. Por consiguiente, hay que proteger y garantizar y promover la ciencia y la tecnología como faro de luz para enfrentar con éxito los grandes cambios que están por venir.
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