LA AGENDA SOCIAL DE OBAMA EN LA TERCERA OLA
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Jesús Jiménez Laban
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Jesús Jiménez Laban
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Era una victoria anunciada. Los mercados financieros la asimilaron con anticipación de manera que nadie debería sorprenderse. Las encuestas en todos los medios de comunicación daban por ganador a Barack Obama, el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos de América.
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A fines del siglo XIX, el Presidente Theodore Roosevelt, cuya presidencia marco el paso de Estados Unidos al estatus de gran potencia, escandalizó a la sociedad norteamericana cuando por primera vez en la historia invitó a cenar a un ciudadano negro a la Casa Blanca.
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Ya en el siglo XX, entre 1932 y 1944, el Presidente Franklin D. Roosevelt marco una agenda social y económica que podría seguir Obama en su afán de sofocar la Gran Depresión de 1929: intervención del Estado en la economía, pensiones de desempleo, jubilación e invalidad, así como protección legal de los trabajadores, libertad sindical e impuestos a los más ricos.
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Décadas después, el Presidente John F. Kennedy dio impulso a las leyes de Derechos Civiles y de Derecho al Voto que acabaron con la segregación y el sufragio con condiciones. Tras el asesinato de Kennedy, fue Lindon B. Johnson quien firmo en 1963 las leyes, fuente de inspiración del Pacto de Derechos Civiles y Políticos que con frecuencia mencionan en sus sentencias los tribunales peruanos y supranacionales.
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Estamos hablando que con Obama se inicia la tercera ola en este mismo rumbo corriente , pero poniendo énfasis en la nueva estructura financiera tal como lo hizo su predecesor Roosevelt en el citada “New Deal” y en los acuerdos de Bretton Woods que decidieron la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y el uso del dólar como moneda internacional. Es lo que Manuel Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea, llama “Nuevo pacto para un nuevo mundo”.
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El pueblo estadounidense, que hasta hace unas décadas veía que la gente de color tenía buses, restaurantes y baños diferentes a los blancos, recibe con júbilo los resultados de un presidente que, sin duda, tendrá que batallar contra la crisis financiera global, rescatar la confianza de los inversionistas en su propio país y reducir el sideral déficit que bordea los 500 mil millones de dólares, una cifra monstruosa para un país que no solamente descansa en las exportaciones sino de manera gravitante en el consumo interno de su gente.
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Esto marcará definitivamente una línea divisoria entre el ayer y hoy. El futuro de la primera potencial mundial depende de esta nueva administración y tal vez su hegemonía mundial. Obama llega al poder con enormes expectativas de un electorado que voto por el cambio y que espera protección de sus ahorros, solución a su economía domestica, empleo, seguridad en su viviendas, salud y pensiones, pero también votó por un mundo en paz en un momento en que Estados Unidos se ve envuelto en dos guerras: Irak y Afganistán. Amnistía ha pedido el desmantelamiento de la prisión de Guantánamo mientras se espera dialogo con Bolivia, Venezuela y Cuba (embargo).
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Quisiera destacar la transparencia del proceso y la decencia de los candidatos. Hemos visto que no sólo la voluntad del elector se ha visto reflejada en el sistema electoral –con un estado totalmente neutral frente a candidatos y votantes-, sino también el comportamiento de los partidos en contienda electoral –demócrata y republicano- que velaron porque esa voluntad popular se vea reflejada en los resultados de las ánforas. A diferencia del pasado, esta vez la votación fue masiva, aun cuando el voto no es obligatorio en el país del norte. No menos importante es el hecho que los candidatos dieron a conocer a través de la prensa el origen de los recursos con que ellos financiaron sus campañas políticas, aunque Obama dobló en dinero a su rival Mc Caín con cerca de 500 millones de dólares. Vale recordar que gran parte del financiamiento de los candidatos llegó por la pasarela de internet desde la billetera electrónica de los simpatizantes.
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Quizás fueron las tecnologías de información y comunicación las que se robaron el show en esta campaña. Pude ver a un astronauta ejercer su derecho al sufragio desde una nave espacial, a los ciudadanos votar por adelantado a través del correo electrónico dentro de los 51 estados o fuera de ellos, supervisar el proceso electoral a través de personeros en red y un sistema de denuncias abierto al público mediante ventanas por internet (you tube, google y otros). Y, como para no creerlo, a una reportera que informaba de Chicago vía holograma para la cadena internacional CNN.
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En apretada síntesis, lo que viene ahora es el cumplimiento de las promesas tanto en frente externo (las guerras, los acuerdos comerciales, la legislación de migraciones) como en el frente interno (los impuestos, la economía, las pensiones, la salud y la seguridad social). En realidad son pocos los que creen que la llegada de Obama a la Casa Blanca no significará grandes cambios con respecto a lo que deja la administración Bush. Otros piensan, más bien, que América Latina debe esperar de Estados Unidos una política exterior basada en decisiones de medio ambiente, servicios públicos e infraestructura, alimentación, alto a las redadas y deportaciones de migrantes ilegales y nutrición más allá de las inversiones y de los bloques económicos.
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Aunque es aun temprano, hay quienes distintamente comparan la gestión de Obama con la administración de sus predecesores, Kennedy, Roosevelt y Lincoln. Sea como fuere, todo indica que habrá un cambio de estilo en el gobierno, un cambio de imagen ante el mundo y un cambio de estructura en el corazón financiero. Habrá que ver.
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