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Se ha dicho, en términos económicos, que cuando el mundo se agripa, el Perú estornuda. Creo que la salud de la economía mundial esta cambiando y no nos damos cuenta. Basta ver cómo el alza internacional del maíz y el trigo han puesto de cabeza a los criadores de pollos en Perú, factor perverso que puede reducir la producción y elevar los precios por una simple ley económica. Veamos cómo la bolsa de valores se contrae y el dólar se resiste a recuperar sus dominios, dejándole cancha libre al nuevo Sol peruano. Quiérase o no, el Perú está conectado con el mundo, de manera que lo que pase en Estados Unidos y en el resto del mundo lo afectará por igual porque, conviene decirlo, el destino de las exportaciones peruanas es proporcional entre Estados Unidos, Europa y Asia.
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Si sabemos que el precio del pollo va a subir porque la materia prima no va a bajar en poco tiempo, utilicemos una nueva política de consumo y usemos la creatividad a partir de los productos hidrobiológicos. Si estamos viendo que el mercado de valores se vuelve vulnerable a los cambios externos, tengamos cuidado con los capitales golondrinos que pueden crear una burbuja innecesaria en la economía bursátil. La historia demuestra que nada que sea artificial resulta bueno para cualquier peruano o extranjero que ponga su plata a largo plazo en Perú. Ninguna especulación ha ayudado a economía alguna. Y si vemos que el dólar persiste en su comportamiento bajista, debemos tener cuidado de no generar mucha liquidez por cambio de dólares a soles y sin instrumentos monetarios de inversión.
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De todos los problemas que cito -los precios internacionales, la bolsa y el dólar-, tal vez sea la estabilidad de la moneda la gran incógnita que el Banco Central de Reserva quiere despejar para evitar volver a los tiempos de inflación no por la maquinita -que está enterrada con disciplina fiscal- sino por especulación de inversionistas que buscan refugio aquí porque afuera las bolsas caen, la recesión empieza y la gente se vuelve excesivamente prudente con el consumo.
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A mi modo de ver, el corazón del asunto es el dilema entre dejar a las leyes del mercado el precio del dólar -sin inyecciones artificiales- o simular un precio que el billete verde no tiene en el mercado, pero que es necesario para que el grupo exportador sea competitivo en los mercados internacionales. Esto debe decidirse pronto. El otro problema es la disparada del petróleo que encuentra a Perú con amortiguadores débiles, razón por la cual se ha propuesto que el superávit comercial con Estados Unidos sea utilizado para atenuar el golpe petrolero mundial.
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Si estos dos problemas se encaran adecuadamente, la Bolsa, que es un mercado eminentemente psicológico, reaccionará a los estímulos de las solucionen que se tomen. Esto significa que hay que trabajar -si no se ha hecho ya- un paquete de medidas para enfrentar esas desviaciones que comprometen, por cierto, la rentabilidad, la recaudación y la tasa de empleo.
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A la luz de estas consideraciones, necesitamos un programa económico sin cambios populistas, de planes de contingencia en temas sensibles como alimentos, energía y transporte, así como estabilidad jurídica que cree un clima favorable a las inversiones locales y extranjeras en todos sus capítulos, velocidad legislativa que facilite la integración vía acuerdos comerciales con el mundo y prudente distensión con nuestros vecinos haciendo uso del arte de la diplomacia.
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Esto es, creo yo, lo que conviene al bolsillo de cada ciudadano de a pie y asegura un horizonte parejo en el tiempo a quienes toman de decisiones por el crecimiento y desarrollo del Perú.
Se ha dicho, en términos económicos, que cuando el mundo se agripa, el Perú estornuda. Creo que la salud de la economía mundial esta cambiando y no nos damos cuenta. Basta ver cómo el alza internacional del maíz y el trigo han puesto de cabeza a los criadores de pollos en Perú, factor perverso que puede reducir la producción y elevar los precios por una simple ley económica. Veamos cómo la bolsa de valores se contrae y el dólar se resiste a recuperar sus dominios, dejándole cancha libre al nuevo Sol peruano. Quiérase o no, el Perú está conectado con el mundo, de manera que lo que pase en Estados Unidos y en el resto del mundo lo afectará por igual porque, conviene decirlo, el destino de las exportaciones peruanas es proporcional entre Estados Unidos, Europa y Asia.
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Si sabemos que el precio del pollo va a subir porque la materia prima no va a bajar en poco tiempo, utilicemos una nueva política de consumo y usemos la creatividad a partir de los productos hidrobiológicos. Si estamos viendo que el mercado de valores se vuelve vulnerable a los cambios externos, tengamos cuidado con los capitales golondrinos que pueden crear una burbuja innecesaria en la economía bursátil. La historia demuestra que nada que sea artificial resulta bueno para cualquier peruano o extranjero que ponga su plata a largo plazo en Perú. Ninguna especulación ha ayudado a economía alguna. Y si vemos que el dólar persiste en su comportamiento bajista, debemos tener cuidado de no generar mucha liquidez por cambio de dólares a soles y sin instrumentos monetarios de inversión.
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De todos los problemas que cito -los precios internacionales, la bolsa y el dólar-, tal vez sea la estabilidad de la moneda la gran incógnita que el Banco Central de Reserva quiere despejar para evitar volver a los tiempos de inflación no por la maquinita -que está enterrada con disciplina fiscal- sino por especulación de inversionistas que buscan refugio aquí porque afuera las bolsas caen, la recesión empieza y la gente se vuelve excesivamente prudente con el consumo.
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A mi modo de ver, el corazón del asunto es el dilema entre dejar a las leyes del mercado el precio del dólar -sin inyecciones artificiales- o simular un precio que el billete verde no tiene en el mercado, pero que es necesario para que el grupo exportador sea competitivo en los mercados internacionales. Esto debe decidirse pronto. El otro problema es la disparada del petróleo que encuentra a Perú con amortiguadores débiles, razón por la cual se ha propuesto que el superávit comercial con Estados Unidos sea utilizado para atenuar el golpe petrolero mundial.
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Si estos dos problemas se encaran adecuadamente, la Bolsa, que es un mercado eminentemente psicológico, reaccionará a los estímulos de las solucionen que se tomen. Esto significa que hay que trabajar -si no se ha hecho ya- un paquete de medidas para enfrentar esas desviaciones que comprometen, por cierto, la rentabilidad, la recaudación y la tasa de empleo.
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A la luz de estas consideraciones, necesitamos un programa económico sin cambios populistas, de planes de contingencia en temas sensibles como alimentos, energía y transporte, así como estabilidad jurídica que cree un clima favorable a las inversiones locales y extranjeras en todos sus capítulos, velocidad legislativa que facilite la integración vía acuerdos comerciales con el mundo y prudente distensión con nuestros vecinos haciendo uso del arte de la diplomacia.
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Esto es, creo yo, lo que conviene al bolsillo de cada ciudadano de a pie y asegura un horizonte parejo en el tiempo a quienes toman de decisiones por el crecimiento y desarrollo del Perú.
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