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Por Jesus Jimenez Labán
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La educación es la base de cualquier cambio histórico y profundo que requiera un país. Sin maestros capacitados, entrenados y enfocados en el futuro de las nuevas generaciones, no habrá avance real en una sociedad porque el edificio del cambio tiene cimientos débiles. Desafortunadamente, de los 300 mil maestros que enseñan en las escuelas peruanas, un mínimo porcentaje aprueba los estándares internacionales de competitividad y calidad en la enseñanza.
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Ciertamente, este cuadro puede sonrojar, desorientar y deprimir, pero no hay tiempo para eso. Estamos montados sobre un enorme acuerdo comercial con Estados Unidos que exigirán, a no dudarlo, promociones de nuevos exportadores con buena base educativa, competitivos y proactivos y con capacidad de síntesis, de toma decisiones y soluciones creativas. Estoy seguro que de nuestras debilidades podemos crear fortalezas porque la oferta exportable que necesita la primera economía del planeta nos pedirá, quiérase o no, sumar esfuerzos entre todos para satisfacer la enorme demanda.
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Dicho de otro modo, la unión hace la fuerza, especialmente en un país como Perú donde hay dos mundos empresariales con acceso a iguales derechos y oportunidades.
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Un mundo pertenece a quienes se ha formado, por ejemplo, en prestigiosas universidades como Harvard, Standford, Oxford, Boston y otras donde asimilaron conocimiento nuevo y tienen contactos fondos de inversión del exterior, pero, en la hora actual, les falta infraestructura en carreteras, puertos y autopistas de información para concretar la salida de sus productos a los mercados mundiales a la luz de este acuerdo comercial y los que están en camino. Otro mundo corresponde a quienes necesitan con urgencia conocer más las ultimas tecnologías de información, acceder a dinero barato y formar cadenas para poder aliarse, o bien con empresarios locales o empresarios extranjeros para colocar su oferta exportable en los Estados Unidos, Europa o Asia.
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Como hemos dicho lo que se ve aquí es una asimetría de información (los más formados conocen más que los menos educados) lo que crea la necesidad impostergable de especialización en inteligencia económica para captar nuevos mercados y competir con los que están operando en esos mercados, de manera que el reto es doble: cómo llegar ahí y cómo mantenerse.
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La problemática del empresario tradicional, que tendrá que romper paradigmas, centra su preocupación en mejorar las vías al exterior, combatir la corrupción como costo empresarial y desburocratizar el comercio exterior en la administración pública. En cambio, los problemas de los pequeños son la falta de gestión de conocimiento, soportar el peso de altos costos financieros por ser pequeños y disminuir a cero el desentrenamiento peligroso en la producción de bienes y servicios dentro de las exigencias de calidad, precio y oportunidad. Si los peruanos queremos salir adelante, debemos desterrar de una vez para siempre la política de “dar gato por liebre”, la política del cabezazo”, del “perro muerto” o la “mecedora”, teniendo como carta de presentación la puntualidad en la entrega.
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El país, que será distinto después de las cumbres de la Unión Europea y el Foro Asia Pacifico- APEC, necesita de educación continua en marketing internacional, inteligencia financiera, guías de exportación, gestión financiera y programas de simulación de exportaciones con auxilio de las telecomunicaciones, es decir, salir y volver en busca de ciencia, negocios y tecnología a las universidades, las escuelas de negocios, institutos y centros de enseñanza porque la demanda por venir superará en mucho a la oferta. Se ha visto, de manera tímida e incompleta, algunos programas de capacitación en el mercado, pero no es suficiente. Aunque esto debió hacerse mucho antes, se requiere la contratación de expertos de afuera para familiarizarse con los negocios internacionales desde el puerto de salida hasta el puerto de destino.
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No hay cabida para la improvisación, salvo que decidamos abandonar el mercado. Primero hay que armar un blindaje empresarial, en base al desarrollo de habilidades y destrezas. Después, especializarse en sinergias y alianzas estratégicas y luego pensar en un liderazgo superpositivo, activo y reactivo que capte fidelidad, ideas y sugerencias del capital intelectual, el activo mas valioso de una organización.
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Los tiempos que vienen no son para reír, sino para tomar en serio cada paso que uno da porque compromete su propiedad, su dinero y su futuro. Todo empieza y termina por un sistema educativo que no acumule conocimientos que se encuentran en Internet sino que enseñe qué hacer, cómo hacer y cuándo hacer para encarar estos nuevos tiempos.
La educación es la base de cualquier cambio histórico y profundo que requiera un país. Sin maestros capacitados, entrenados y enfocados en el futuro de las nuevas generaciones, no habrá avance real en una sociedad porque el edificio del cambio tiene cimientos débiles. Desafortunadamente, de los 300 mil maestros que enseñan en las escuelas peruanas, un mínimo porcentaje aprueba los estándares internacionales de competitividad y calidad en la enseñanza.
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Ciertamente, este cuadro puede sonrojar, desorientar y deprimir, pero no hay tiempo para eso. Estamos montados sobre un enorme acuerdo comercial con Estados Unidos que exigirán, a no dudarlo, promociones de nuevos exportadores con buena base educativa, competitivos y proactivos y con capacidad de síntesis, de toma decisiones y soluciones creativas. Estoy seguro que de nuestras debilidades podemos crear fortalezas porque la oferta exportable que necesita la primera economía del planeta nos pedirá, quiérase o no, sumar esfuerzos entre todos para satisfacer la enorme demanda.
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Dicho de otro modo, la unión hace la fuerza, especialmente en un país como Perú donde hay dos mundos empresariales con acceso a iguales derechos y oportunidades.
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Un mundo pertenece a quienes se ha formado, por ejemplo, en prestigiosas universidades como Harvard, Standford, Oxford, Boston y otras donde asimilaron conocimiento nuevo y tienen contactos fondos de inversión del exterior, pero, en la hora actual, les falta infraestructura en carreteras, puertos y autopistas de información para concretar la salida de sus productos a los mercados mundiales a la luz de este acuerdo comercial y los que están en camino. Otro mundo corresponde a quienes necesitan con urgencia conocer más las ultimas tecnologías de información, acceder a dinero barato y formar cadenas para poder aliarse, o bien con empresarios locales o empresarios extranjeros para colocar su oferta exportable en los Estados Unidos, Europa o Asia.
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Como hemos dicho lo que se ve aquí es una asimetría de información (los más formados conocen más que los menos educados) lo que crea la necesidad impostergable de especialización en inteligencia económica para captar nuevos mercados y competir con los que están operando en esos mercados, de manera que el reto es doble: cómo llegar ahí y cómo mantenerse.
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La problemática del empresario tradicional, que tendrá que romper paradigmas, centra su preocupación en mejorar las vías al exterior, combatir la corrupción como costo empresarial y desburocratizar el comercio exterior en la administración pública. En cambio, los problemas de los pequeños son la falta de gestión de conocimiento, soportar el peso de altos costos financieros por ser pequeños y disminuir a cero el desentrenamiento peligroso en la producción de bienes y servicios dentro de las exigencias de calidad, precio y oportunidad. Si los peruanos queremos salir adelante, debemos desterrar de una vez para siempre la política de “dar gato por liebre”, la política del cabezazo”, del “perro muerto” o la “mecedora”, teniendo como carta de presentación la puntualidad en la entrega.
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El país, que será distinto después de las cumbres de la Unión Europea y el Foro Asia Pacifico- APEC, necesita de educación continua en marketing internacional, inteligencia financiera, guías de exportación, gestión financiera y programas de simulación de exportaciones con auxilio de las telecomunicaciones, es decir, salir y volver en busca de ciencia, negocios y tecnología a las universidades, las escuelas de negocios, institutos y centros de enseñanza porque la demanda por venir superará en mucho a la oferta. Se ha visto, de manera tímida e incompleta, algunos programas de capacitación en el mercado, pero no es suficiente. Aunque esto debió hacerse mucho antes, se requiere la contratación de expertos de afuera para familiarizarse con los negocios internacionales desde el puerto de salida hasta el puerto de destino.
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No hay cabida para la improvisación, salvo que decidamos abandonar el mercado. Primero hay que armar un blindaje empresarial, en base al desarrollo de habilidades y destrezas. Después, especializarse en sinergias y alianzas estratégicas y luego pensar en un liderazgo superpositivo, activo y reactivo que capte fidelidad, ideas y sugerencias del capital intelectual, el activo mas valioso de una organización.
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Los tiempos que vienen no son para reír, sino para tomar en serio cada paso que uno da porque compromete su propiedad, su dinero y su futuro. Todo empieza y termina por un sistema educativo que no acumule conocimientos que se encuentran en Internet sino que enseñe qué hacer, cómo hacer y cuándo hacer para encarar estos nuevos tiempos.
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