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Por Jesus Jimenez Labán.
Quisiera ser optimista sobre el Tratato de Libre Comercio (TLC) entre Perú y Estados Unidos. Quisiera creer que este acuerdo comercial, -el primero de una serie de cuatro, incluyendo Colombia, Corea del Sur y Panamá- mejorará la calidad de vida de muchos trabajadores con miras a los negocios de exportación y se convertirá en un poderoso imán de inversiones extranjeras de largo plazo.
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Ciertamente, para hacer realidad este acuerdo se requiere de un afinamiento muy profesional de la rígida legislación laboral peruana que, en cierto modo, no está todavía alineada con la liberal normativa estadounidense. Por ello, la decisión del Gobierno peruano es hacer algunos ajustes en cinco áreas de las leyes laborales, tales como la mejora de las condiciones de los trabajadores en contratos laborales a plazo fijo, en tercerización, en derecho a huelga, en provisiones contra la discriminación anti-sindical y en las garantías del derecho a la sindicalización.
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Por supuesto, dentro de estos renglones, como los llama el lenguaje americano, no figuran para nada los services. Fuentes oficiales dicen que el proyecto para la reducción de 20% a 10% en el numero de trabajadores bajo la modalidad de services, es solamente una casualidad que no tiene nada que ver, por tanto, con los ajustes laborales propuestos.
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Aunque no hay mayores detalles en los medios, también se refuerza la legislación del medio ambiente y de la propiedad intelectual, dos campos que mueven enormes recursos. Poco se habla acerca de los efectos negativos del TLC en la agricultura nacional por la aplicación de subsidios a productos estadounidenses -aunque en menor proporción que los subsidios europeos- tal como lo reconoce el propio candidato demócrata Barack Obama.
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Queda claro que a estas alturas no es fácil firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Los demócratas, que tienen el control en el Congreso estadounidense, son tradicionalmente menos abiertos a los acuerdos de libre comercio, razón por la cual han pedido cambios en varios tratados negociados por el Gobierno del republicano George W. Bush.
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Ahora bien, los sindicatos en Estados Unidos son muy poderosos. Son ellos los que presionan para que no haya TLC porque temen que trabajadores peruanos y de otras nacionalidades los desplacen en sus puestos productivos. De allí que no se entiende la posición de la Confederación General de Trabajadores (CGTP), con menos de 1% de la Poblacion Económicamente Activa, de oposición a este acuerdo comercial cuando en realidad debería impulsar este nuevo mecanismo de generación de más empleos peruanos. Quizás hubiera sido mejor educar a los sindicatos peruanos, como la CGTP, en el sentido que el TLC, como piensan muchos, no es un acuerdo para favorecer solamente a las grandes transnacionales y perjudicar a la mayoría los trabajadores.
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Siendo así, los demócratas ven con mucho interes los cambios que Perú introducirá en su legislación, en un momento en que el TLC ha sido aprobado por Peru, pero todavía no ratificado por Estados Unidos. Esto puede ocurrir en Octubre próximo, siempre y cuando el Congreso peruano apruebe las modificaciones, cosa que puede generar un ambiente muy acalorado en la oposición legislativa. Ahora bien, el TLC demorará, segun estimaciones oficiales, en implementarse unos 7 meses por lo que sería recomendable -si se agrega un pequeño párrafo en el acuerdo comercial- una ampliación de las preferencias arancelarias del ATPDEA.
.Pese a todo, Charles Rangel junto con a sus colegas Sander Levin y Allyson Schwartz, representantes del Congreso estadounidense han venido experesamentee a Peru para supervisar la situación laboral y medioambiental. Ellos, de retorno a su país, se han llevado las seguridades del Gobierno de que los cambios acordados, es decir, las adendas al TLC son un hecho, con lo que se refuerza una política comercial más justa en beneficio de los trabajadores, según dice un comunicado emitido por la Comision de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, responsable de temas comerciales, que preside Charles Rangel.
.Peru, como ellos reconocen, ha trabajado duro en ratificar este acuerdo comercial, ahora le toca el turno a Estados Unidos. De manera tal que una vez que Peru adapte su legislación a los pedidos del legislativo nortemericano, la pelota está en la cancha del Capitolio.
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