Jesus Jimenez Laban
La percepción que tiene muchos sobre el momento político es que han surgido de manera muy temprana las expectativas en las elecciones de 2016. El gobierno -con el que no tengo nexo, vinculación ni propuesta- no ha cumplido ni siquiera un año y ya se siente esas expectativas.
En un sentido, grupos, movimientos y partidos no dejan de estar en pantalla, en las páginas centrales y espacios radiales o en internet, aunque de manera silenciosa, con perfil bajo pero con salidas minuciosamente estudiadas. Sea como fuere, lo mejor que puede pasar en un pais maduro es que un gobierno constitucional entregue la posta a un gobierno constitucional, sin interrupciones ni aventuras ni sueños.
En otro sentido, lo que unos ven -y me remito a las publicaciones recientes- es un protagonismo de la primera dama Nadine Heredia a quien se le tilda en algunos análisis de co-presidenta y de vocera para temas delicaods con uso del twitter.
Sin embargo, personas afines al gobierno se resisten a creer que la carismática señora tenga realmente intenciones de ser candidata a presidenta, a pesar de las encuestas que se muestran ahora generosas con ella. Desde los predios de la oposición, lo que otros ven con curiosidad es un intento por justificar modificaciones en la Constitución. Por ejemplo, se habla ahora de cambiar nombre a los presidentes regionales por el de gobernadores como se hace en el sistema federal americano.
Se argumenta para ello que todos se sienten minipresidentes de la república y hay que hacer entender que somos un estado unitario. Pero hay quienes recuerdan que la historia constitucional tiene ejemplos de propuestas hechas en un sentido que terminan en otras. Y tal vez se escape ahí -dicen los que intuyen escenarios- por alguna grieta alguna propuesta para facilitar o consolidar una canditura presidencial prevista o no prevista. Y esto cobra relevancia por cuanto si existe un proposito real de hacer enmiendas en la Constitucion podría ser vistos como adecuados segundo o tercer año de gobierno.
Pero antes de eso, veamos las consecuencias que podría traer para la democracia, la expresión legítima de la voluntad popular, el destino de las inversiones. Sin dinero, sin tecnología y sin apoyo mediático es casi imposible alcanzar el poder.
No pocos tienen ahora las tres cosas, pero ¿quiénes los financian? ¿qué programa defienden? ¿Con qué ideas quieren llegar? ¿Quiénes se esconden entre bambalinas? Aunque suene romántico para muchos, la política debe orientarse al bien comun y sus protagonistas renunciar a ellos mismos, vale decir, a la eternización en el poder. Abramos paso a los rostros nuevos, ideas constructivas nuevas y entendimientos que promuevan el consenso y entierren la confrontación entre peruanos.
El Perú no está para experimentos, tiene que estar unido para que rinda frutos a la altura de un país del primer mundo en el 2021.